Entre la impunidad y el odio ocurre la absurda muerte de Nelson Martínez

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El pasado 12 de diciembre murió Nelson Martínez, trabajador de PDVSA, compañero de luchas durante diez años, ex ministro de Petróleo, presidente de PDVSA y de Citgo. Su deceso ocurrió mientras estaba en cautiverio, retenido desde hacía un año por el gobierno, secuestrado sin que se supiera de qué delito se le acusaba. Su partida es un hecho triste y que lamentamos profundamente.

Lo primero que quiero es expresar mis más sentidas condolencias a su esposa, hijas, hijo y a todos sus amigos y seres queridos por tan irreparable e injusta pérdida.

Aunque la muerte de un ser humano siempre es lamentable, en esta ocasión se trata, además, de un hecho injusto, producto de la crueldad y ensañamiento con que actuaron sus captores.

Desde el mismo momento de su detención, rodeada de un operativo policial desmedido hecho para las cámaras de la televisora del Estado, expuesto al escarnio público por el fiscal general que juzgó y condenó a Nelson sin siquiera presumir su inocencia, ni tener un mínimo de consideración o equilibrio en su actuación.

A partir de allí, vino el linchamiento en los medios y redes sociales que controla el gobierno, donde se vilipendió su nombre y reputación. Convirtieron así a Nelson en uno de los «trofeos» más preciados de Maduro y su fiscal, cuya vendetta irracional en contra de PDVSA, tiene más de 100 trabajadores secuestrados en las prisiones del gobierno sin derecho el debido proceso y sus derechos constitucionales conculcados al permanecer recluidos en una situación de aislamiento y maltrato que nadie merece, mientras se destruye su imagen y reputación. Otros muchos, a quienes no han podido capturar, hemos sido perseguidos con saña e igualmente vilipendiados. Esta vendetta ha ocasionado la destrucción de la empresa.

Conocí a Nelson Martínez hace un poco más de 16 años cuando, siendo Presidente del Ente Nacional del Gas, me correspondió ser miembro de la Junta Directiva de PDVSA presidida por el profesor Gastón Parra, nos reuníamos en el hotel El Conde, con otros trabajadores patriotas, para planificar acciones en defensa de la industria ante el desconocimiento de la «meritocracia» petrolera de la Junta Directiva y del gobierno bolivariano. Allí estaba Nelson, era 2002, año de intolerancia y violencia, del Golpe de Estado, Plaza Altamira y del Sabotaje Petrolero.

Cuando comenzó el Sabotaje Petrolero en diciembre de 2002, y ya nosotros iniciábamos la contra ofensiva ordenada por el presidente Chávez, Nelson fue uno de los pocos que estaba con nosotros, dispuesto a asumir la posición que le correspondiera para derrotar este artero ataque contra la patria.

Eran momentos de grandeza y heroísmo, donde cada uno se movilizaba, junto con los trabajadores y el pueblo, para defender el frente que le correspondiera sorteando la violencia, la intimidación y el accionar de los saboteadores para llevar dirección, conocimiento y acompañar a los trabajadores y al pueblo, junto a los cuales, finalmente, derrotamos a la autoproclamada y soberbia «meritocracia» petrolera para, de esa manera, crear la Nueva PDVSA y poner el petróleo al servicio del pueblo.

Siempre lo conocí como un hombre de origen humilde, con una sólida formación técnica y sólidas credenciales académicas, un profesional con densidad, una amplia experiencia y capacidad de trabajo. Así eran nuestros gerentes patriotas, hombres de conocimiento técnico y firmes principios éticos-políticos.

Establecimos una buena amistad desarrollada en el trabajo en conjunto, basada en el compañerismo y respeto, la solidaridad y el profundo sentimiento patrio que nos movilizaba. A pesar de todos sus grados y títulos, era un hombre de trato humano, sencillo, quien, con facilidad natural, era capaz de tomar decisiones complejas e interactuar con nuestros trabajadores y el pueblo sin prepotencia ni maltratos de ningún tipo.

Ocupó en esos momentos de consolidación de la Nueva PDVSA importantes posiciones de dirección de la empresa en el oriente del país, presidió nuestra filial PDVSA Gas, como Ministro lo postulé y fue nombrado por el presidente Chávez miembro de la Junta Directiva de PDVSA, ocupó diversos cargos de dirección de la empresa y en el exterior, responsable de PDVSA América, con sede en Argentina, hasta que en Junta Directiva lo nombramos presidente de CITGO.

Teníamos una buena amistad y suficiente confianza para abordar cualquier tema, pudimos actuar de manera precisa, cuando conocimos de sus problemas de salud. Lo apoyamos decididamente para realizar su operación del corazón, una intervención compleja, de la que quedó muy bien y con la cual podría haber sobrevivido muchos más años, siempre que tuviese los cuidados y medicamentos correspondientes, como es normal en esa situación. Era un hombre joven.

Luego de la muerte del Comandante Chávez, Maduro inició las maniobras para cambiar la conducción de PDVSA con el objetivo de tenerla bajo su control, con otro equipo, otra orientación. Me enteré de estas maniobras por el mismo Nelson, quien me llamó para informarme que desde la Dirección del Despacho de Miraflores lo llamaban a CITGO para que viniera a reunirse en Palacio, por supuesto, a mis espaldas.

Me dí cuenta que el madurismo conspiraba contra mi posición como ministro y presidente de PDVSA, cosa que me parecía insólita e irresponsable, no sólo porque el presidente Chávez no pensaba relevarme de mis responsabilidades, como lo dijo a viva voz, al ratificarme tres veces durante su campaña electoral, sino porque era evidente que, desde el mismo 2013, el país enfrentaba un proceso de desestabilización política, en momentos en que nuestra economía entraba en un período de inestabilidad, cosa que advertí innumerables veces. De manera que era necesario decidir un conjunto de medidas económicas que eran impostergables con un mercado petrolero marcado a la baja de los precios. No se podia improvisar con PDVSA, «cambiar de caballo en medio del rio».

El mismo día de su primer mensaje al país, horas antes de su alocución, tuve una reunión con Maduro en su residencia, donde me manifestó su intención de «refrescar PDVSA», es decir, que le entregara la conducción de la empresa y del Ministerio.

Era una ambición que tenía hacía tiempo, eran sus planes de controlar todos los espacios del gobierno y del Estado. Yo le dije que no lo aceptaba. Le recordé que esa era la agenda del candidato de la oposición y le advertí sobre los severos problemas económicos que ya se comenzaban a manifestar. Le insistí en que la estabilidad de PDVSA era clave para salir de la coyuntura.

Ya avanzada la conversación, me confiesa que había pensado en Nelson para presidente de PDVSA y en Asdrúbal Chávez como ministro de Petróleo. Recuerdo que le dije «vas a matar a Nelson», porque, ademas de los créditos técnicos y gerenciales para dirigir la empresa, se necesitaba un fuerte peso político específico y una intensa actividad, muy exigente, que acabaría con la salud de cualquiera.

Yo sabía que era cuestión de tiempo que Maduro materializara su de, por lo cual lo comuniqué a los miembros de la Junta Directiva para que estuviesen preparados. Se desató una campaña muy fuerte en mi contra, donde los factores del madurismo y sus agentes económicos hicieron guerra sucia y de rumores en las redes y, valiéndose de palangristas, trataban de dividirnos, lo cual lograron finalmente. Nos distanciaron. El madurismo desde el inicio de su accionar, siempre trató de fracturar la unidad de nuestro equipo de dirección, y de los trabajadores petroleros, forjada en diez años de trabajo junto al Presidente Chávez.

Cuando se produce el llamado «sacudón», invento de Maduro para intervenir PDVSA, designan a Eulogio Del Pino como presidente y a Asdrúbal Chávez como ministro. Era evidente que Nelson no contó con el apoyo de los otros factores políticos del madurismo.

Cuando ya estaba en Nueva York como embajador ante la ONU, tuve la oportunidad de reunirme con Nelson en mi despacho. Fue una conversación sincera, entre amigos, aclaramos nuestras diferencias, desentrañamos juntos toda la trama de manipulaciones y mentiras, las presiones que hizo el madurismo para utilizar a Nelson como cabeza de una conspiración que él nunca tuvo en sus intenciones, ni en su mente, sino que solo existía en la de Maduro. Éste, después, ni siquiera lo promovió como presidente de la empresa.

A partir de allí, Nelson y yo restablecimos nuestro contacto y siempre conté con su apoyo. De hecho, era el único que me apoyaba en mi trabajo en la ONU. Cuando lo nombraron ministro de Petróleo, tuvimos una larga conversación telefónica donde, además de felicitarlo y ponerme a su orden, le daba datos importantes de los problemas de la empresa, los problemas de producción, los retos en la OPEP.

Cuando nombraron al General Quevedo como ministro y presidente de PDVSA, era claro para mí que finalmente había prevalecido uno los poderosos grupos de poder del madurismo y que, tanto Nelson como Eulogio, estaban en inminente peligro de sufrir una agresión. No tuve manera de hacerles llegar mi alerta.

Obviamente Maduro los abandonó después de haberlos utilizado, porque para interferir e intervenir todos los procesos de PDVSA, colocar sus piezas políticas en puestos claves, nombrar sucesivas Juntas Directivas compuestas por factores del madurismo, sin formación ni experiencia técnica alguna, necesitaba engañar y manipular a los que darían la cara ante los trabajadores y el país.

Luego, con el consecuente colapso de la empresa, Maduro tendría que buscar a quienes sacrificar, a quienes culpar de la caótica situación de PDVSA, donde su injerencia en las decisiones y operaciones de la empresa, finalmente la paralizó.

Los sacrificados serían Nelson y Eulogio, las caras visibles. Los enemigos perfectos, sin apoyo político de ningún tipo, hombres de trabajo, técnicos que nunca supieron cómo moverse en ese «nido de alacranes» del madurismo, de la política con «p» minúscula.

Maduro ordenó ambos arrestos y que los cuerpos de policiales actuaran de manera desproporcionada; ordenó que las detenciones injustas se transmitieran por televisión para que Nelson y Eulogio aparecieran esposados y expuestos, y el locutor oficial ya tenía un libreto de linchamiento. Se trataba de paralizar y aterrorizar a los trabajadores petroleros.

Ordenó al Fiscal que hiciese sus infelices declaraciones, en su despliegue teatral y patético de siempre. Maduro necesitaba verter su odio contra ellos y lo hizo con saña. Ningunos de los actores involucrados en ese día de la vergüenza actuaría así por su cuenta.

Se utiliza el argumento de la «lucha contra la corrupción», se enloda y vilipendia el nombre y reputación de los trabajadores petroleros, sin mostrar una sola prueba. Nelson murió sin saber de qué se le acusaba, no hubo juicio, no hubo derecho a la defensa, nunca se le dió la oportunidad de aclarar nada. De manera absolutamente arbitraria e ilegal, Maduro actúa como un dictador al que aplauden sólo sus cómplices.

Como siempre, nadie del gobierno ni del PSUV dijo nada. Nadie levantó la mano, nadie intercedió. Sólo murmuran, todos actuaron cobardemente, incluyendo los trabajadores petroleros, desmovilizados, aterrorizados ante las imágenes.

Para mí fue muy triste ver a estos dos compañeros, héroes de la derrota del Sabotaje Petrolero, humillados y vilipendiados de esa manera, lo denunci desde el mismo momento en mis articulos y luego lo he seguido haciendo, porque sabia que los iban a enterrar y aislar. Mas nunca nadie supo de ellos hasta esta lementable y absurda muerte.

Lamento que no me hubiesen escuchado cuando les dije tantas veces: «tengan cuidado, la aversión de Maduro no es sólo en mi contra, es en contra de todos ustedes, ustedes no son de su de su confianza, nunca lo serán», es en contra de los trabajadores de PDVSA, porque él necesita barrer al chavismo de la empresa, aterrorizarla, para luego hacer con ella lo que le dé la gana. Con Maduro en el poder, no puede existir la PDVSA de Chávez, la del pueblo.

Tal vez el error de ambos compañeros fue aceptar responsabilidades de organizaciones que no controlaban, sino que controla directamente Maduro o cualquiera de su entorno; incluso, que controlan los grupos económicos que se han favorecido con la entrega, la rebatiña que hay en PDVSA.

Nuestros trabajadores son manipulados con el llamado a la debida «lealtad» al gobierno. Ésto es así, en la medida que el gobierno sea leal al Pueblo, a la Constitución y leyes, a los objetivos del Plan de la Patria. Esta tragedia es una lección para todos: a este gobierno no le interesa para nada la suerte de PDVSA, sus trabajadores, ni los más sagrados intereses de la Patria. El Plan de ellos es entregar el petróleo y, para hacerlo, necesitan destruir a PDVSA.

El ensañamiento contra Nelson fue brutal, cruel. Ocurre exactamente lo mismo contra el resto de trabajadores de PDVSA, son mas de cien casos. Sufren maltratos, aislamiento, se violan sus derechos constitucionales, no les importa que mueran en cautiverio, no son capaces de obtener ningún beneficio procesal, así tengan enfermedades crónicas o críticas, así intenten suicidarse, son secuestrados políticos, presos políticos Chavistas, acusados de corrupción, porque el madurismo no puede admitir que existe un chavismo chavista que le hace frente, que no está dispuesto a cumplir su programa de entrega.

Maduro usa el argumento de la corrupción, así como usa otros, como la conspiración, guerra económica o invasión, porque jamás va a reconocer que ha fracasado, porque también PDVSA le quedó grande.

Jamás permitirá que vayan a juicio, porque quedara en evidencia que todo ha sido una manipulación y un «falso positivo» para asaltar PDVSA. Si Nelson, Eulogio o cualquiera de nosotros tuviese la oportunidad de hablar al país, con todas las garantías, Maduro y el fiscal quedarían desenmascarados en su infamia. Por eso nunca habrá juicio, seguirán secuestrados o exiliados

A Nelson lo dejaron morir en cautiverio. Lo mataron: sabiendo que era un hombre con una condición cardíaca comprometida, tal y como lo alertaron sus familiares y abogados una y otra vez a la Fiscalía, no «le dió la gana» a Maduro darle casa por cárcel, como ha hecho con decenas de opositores en sus negociaciones políticas.

A Nelson lo MATARON porque una vez que se infectó su dispositivo cardíaco y le colapsaron sus órganos vitales, fue sólo entonces que lo trasladaron al Hospital Militar. No le suministraron antibióticos, ni permitieron que sus médicos lo vieran, a pesar de los ruegos de la familia, ni le completaron las sesiones de diálisis. Cuando entró en coma, los familiares pidieron llevarlo a casa a que muriera allí y no quisieron. Actuaron cruelmente.

Una vez que Nelson falleció, vino el silencio de la impunidad. El fiscal, en un acto de cinismo, emitió un comunicado afirmando que Nelson recibió todas las atenciones debidas. Mentirosos. El fiscal, si le quedase algo de dignidad debería renunciar.

Con Nelson ya son cinco prisioneros políticos que mueren bajo custodia del gobierno que, de acuerdo con la Constitución, es responsable de sus vidas e integridad física. Pero también murieron más de 67 presos comunes quemados vivos; volaron con un cohete a un grupo de hombres rendidos; cayó desde el piso 10 del Sebín a un prisionero, verdad que fiscal niega y hasta amenaza a quien contradiga su tesis del «suicidio». No sólo debe renunciar sino que es responsable, igual que Maduro, de estas muertes y ensañamientos, de estas violaciones gravísimas de los derechos humanos.

Los defensores de los derechos humanos guardan silencio cuando se trata de presos o muertos del chavismo. Es como si no existieran los más de 100 trabajadores petroleros secuestrados por el gobierno, o los oficiales militares y los políticos chavistas disidentes de Maduro en prisión. Así es la intolerancia y sectarismo de la oposición, no les importan. Pero al PSUV tampoco, ni a los dirigentes del gobierno, ni a las otrora voces valientes en contra de la violación de los derechos humanos. No entienden que su silencio, su miedo a decir nada, abre las puertas de la impunidad; permite y estimula que se sigan violando los derechos humanos de esta forma.

Yo lamento profundamente el dolor de los familiares y seres queridos de Nelson. Mi respeto y solidaridad a todos. Si estuviese en Venezuela, hubiese corrido su misma suerte como secuestrado político de este gobierno, igual que tantos compañeros. Por eso, debo mantener mi voz en alto, denunciar este crimen, es mi deber hacerlo, por él, por nuestra amistad, su trayectoria, sus aportes a este difícil proceso de construir una sociedad más justa, también lo hago por todos los que están secuestrados, sus familias, sus vidas. Quien no se indigne ante este crimen y esta terrible injusticia cometida contra Nelson, entonces debe revisarse el alma. Paz a sus restos.