Elecciones en EE.UU.: La victoria de Joe Biden y Kamala Harris

El triunfo de la dupleta Biden-Harris en las muy reñidas elecciones presidenciales en los Estados Unidos, cambia sin duda el escenario político a nivel mundial.

En lo que fue uno de los más cerrados y concurridos procesos electorales en la historia norteamericana, finalmente, el candidato del Partido Demócrata Joe Biden y la Senadora Kamala Harris, obtuvieron la victoria y fueron electos Presidente y Vicepresidenta, respectivamente, con más de 74 millones de votos, derrotando al actual Presidente Donald Trump y su Vicepresidente Michael Pence, en torno a cuya intención de reelección se agrupó la extrema derecha nacional e internacional. 

En un país altamente polarizado, golpeado severamente por el Covid-19 y el deterioro de la economía, habría que decir que el electorado norteamericano se movilizó como nunca antes para apoyar una plataforma programática progresista Biden-Harris, en contraposición a la continuidad de Trump y su discurso supremacista. 

Hay que señalar que las instituciones norteamericanas, sobre todo los Colegios Electorales y el sistema judicial, han sabido aguantar los embates e injerencias de la Casa Blanca y el Presidente Trump, preservando los intereses y la voluntad de los electores. 

Aunque Trump y su maquinaria legal, encabezada por el ex Alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, han intentado todas las demandas legales posibles para revertir el conteo y prometen impugnar todo el proceso, las autoridades Estatales han hecho prevalecer la decisión del electorado y, el día de ayer, miles de norteamericanos expresaron en las calles su júbilo por la victoria Demócrata. Pareciera poco probable que, a estas alturas, se revierta la victoria de Biden-Harris, a pesar del control conservador sobre la Corte Suprema de Justicia, último recurso de Trump. 

La atípica contienda electoral en tiempos de Coronavirus, estuvo marcada por una radicalización del discurso de extrema derecha de Trump, mediante el cual, como ha sido característico en su narrativa política de polarización, arremetió contra el socialismo como sistema, contra los inmigrantes, contra el ¨Obamacare¨, contra China, contra Europa (no sólo a través de la fijación de altos impuestos a los productos de importación, sino también promoviendo la salida del Reino Unido  de la UE), arremetió contra el multilateralismo, exacerbó al supremacismo blanco, promovió el muro en la frontera con México, se opuso a las políticas mundiales contra el cambio climático, apoyó la explotación de petróleo dentro de las reservas naturales y áreas protegidas, promovió el porte de armas, apoyó la violencia policial; dividiendo así el país entre él y los “perdedores” (“losers”), recuperando consignas retrógradas de la guerra fría. Si bien esta narrativa logró movilizar a su base social de apoyo, también logró que se movilizaran los votantes Demócratas, los jóvenes, los movimientos sociales y amplios sectores normalmente indiferentes, todos ellos a favor de Biden-Harris o en contra de Trump, sobre todo en las grandes ciudades y centros urbanos. 

Los EE.UU. lucen hoy divididos o polarizados entre dos propuestas que, aunque enmarcadas dentro de las opciones del capitalismo, sin duda son distintas.

La presencia de Kamala Harris como Vicepresidenta abrió un espacio en la fórmula Demócrata a las aspiraciones y el discurso del electorado joven, que apoyó en su momento las aspiraciones del Senador Bernie Sanders –quien reivindicó al socialismo como opción–, y a la miembro de la Cámara de Representantes Alexandria Ocasio-Cortez, que encarna la renovación del liderazgo Demócrata desde una perspectiva de avanzada.

Habrá que esperar el desempeño de la nueva administración Demócrata para evaluar si la fórmula Biden-Harris es capaz de satisfacer las expectativas de su electorado y mantener una agenda de conquistas económicas y sociales para el pueblo, así como las aspiraciones políticas de los sectores más progresistas del país. Ojalá se abra para la sociedad un período de políticas económicas y sociales inclusivas, solidarias, otra visión del país y del mundo.

Una vez electa, las primeras palabras de la Vicepresidenta Harris para el pueblo norteamericano fueron: “Ustedes dieron un mensaje claro, eligieron la esperanza y la unidad, la decencia y sí, la verdad… Ahora empieza el trabajo de verdad, el trabajo arduo, el trabajo necesario, el trabajo esencial para salvar vidas y vencer esta pandemia, para reconstruir nuestra economía, que nos funcione a los trabajadores para abolir el racismo sistémico, para compartir la crisis y salvar el alma de nuestra Nación”.

¿Reasumirá Biden la política de apoyo a la ONU?
¿El Cambio Climático, Palestina e Irán?

Aunque resulta muy pronto para afirmar cuáles serán los cambios en el ámbito internacional con la nueva administración norteamericana, pareciera lógico prever que los Demócratas reasumirán los elementos fundamentales de la política exterior del período de Obama. 

El primer elemento debe ser la vuelta al multilateralismo, a las Naciones Unidas, el respeto a los principios de la Carta de la ONU y los mecanismos y disposiciones establecidos en el marco de este organismo, donde los más importantes y emblemáticos serían: 

Restablecer el apoyo y los fondos a la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre todo de cara a la lucha mundial contra el COVID-19; el apoyo y fondos a los refugiados palestinos y a otros organismos de la ONU, a los que la administración Trump los retiró  como medida de retaliación política.

La nueva administración debería reasumir sus compromisos en la lucha contra el Cambio Climático, establecidos en el Acuerdo de París, firmados por la administración Obama y luego desconocidos por Trump. Detener la destrucción del planeta, la depredación de recursos naturales y el ambiente causada por el capitalismo en su carrera insaciable para abastecerse de recursos.

Igualmente, la nueva Administración debe retomar la política de “dos Estados” de la ONU, como única salida al drama del pueblo Palestino así como el respeto a sus derechos inalienables, poniendo fin a la ocupación de su territorio por parte de Israel. La decisión de Trump de mover la embajada norteamericana a Jerusalén fue una estocada a la posibilidad de los acuerdos de “dos Estados”, así como también lo fueron los “acuerdos” de algunos pocos países árabes con Israel, dando la espalda a las posibilidades de lograr una solución a la dolorosa y compleja situación del pueblo  Palestino. La señal correcta, la que marca la historia, es trasladar nuevamente la embajada norteamericana a Tel-Aviv, queda por ver si Biden-Harris son capaces de dar esta poderosa señal,  a pesar del poderoso lobby respaldado desde Tel-Aviv.

Otra decisión en el marco del respeto al multilateralismo, sería que los EE.UU. reasumieran el cumplimiento de los acuerdos nucleares firmados con Irán en el seno del Consejo de Seguridad el 20 de julio de 2015. Estábamos allí, sentados, en representación del país, y suscribimos la resolución 2231 (2015), los 5 países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania, (P5+1) firmaron ese histórico acuerdo con Irán, culminando un exitoso proceso diplomático que alejaba el fantasma de la guerra y puso fin a las sanciones contra el país Persa.

A pesar de que la República Islámica de Irán ha cumplido estrictamente el acuerdo, la Administración Trump, en el marco de un recrudecimiento de la confrontación con dicho país y cediendo a las posturas de Israel y las Monarquías del Golfo Pérsico, el 8 de mayo de 2018, retiró unilateralmente a los EE.UU del Acuerdo e impuso nuevas sanciones a la nación persa, postura que no fue compartida por el resto de los países signatarios del Acuerdo. 

¿Seguirá la guerra comercial con China, Europa y la OMC?

La Administración saliente ha desconocido la mayoría de los acuerdos comerciales y económicos alcanzados por las administraciones Demócratas en el marco de la Organización Mundial del Comercio. 

Es paradójico que EE.UU., el cual ha liderado por años los intentos del capitalismo global para establecer “reglas” en el mercado mundial piense en favorecer sus intereses nacionales. Sin embargo, ante la pérdida de espacios debido al avance de China y de Europa, la administración Trump desarrolló toda una teoría proteccionista que, bajo la consigna de “hacer a América grande otra vez”, se saltó todos los acuerdos y desconoció todos los tratados comerciales existentes. 

Primero arremetió contra el Nafta, firmado con México y Canadá, sin encontrar mayor resistencia, sobre todo ante la débil postura de los gobiernos mexicanos, incapaces siquiera de plantarse con dignidad ante las pretensiones de la construcción del muro con el único objetivo de impedir el cruce de los migrantes latinoamericanos hacia territorio norteamericano. 

Luego, ante la imposibilidad de competir con sus productos, impuso aranceles y restricciones de todo tipo a los países europeos,  además de apoyar el Brexit y las posturas anti-europeas de los gobiernos de derecha, orientadas éstas a fracturar el bloque político y comercial de la Unión Europea.

Pero el episodio más peligroso, por sus implicaciones, ha sido la confrontación con China, la segunda economía del planeta y la cual, según muchos analistas, se dirige a ocupar el primer lugar,  desplazando a los EE.UU. 

Ante esta posibilidad, la administración Trump ha impulsado una confrontación con China con un discurso con matices raciales, y coloca a China y sus nacionales s como la nueva “amenaza”, declara la guerra comercial acompañada de la injerencia en Hong Kong y la presencia militar en el sur del “Mar de China”. 

Estos son retos difíciles, por las  implicaciones que conllevan en el ámbito económico y comercial, y que corresponde resolver a la nueva Administración norteamericana, y debe decidir si retoma el camino de Obama o deja las cosas como están. Veremos.

¿Se retomará la apertura hacia Cuba? 

Lo lógico sería que la nueva Administración retome la apertura hacia Cuba iniciada por la administración Obama, la cual fue tardía y no tuvo tiempo de desarrollarse, pero creó muchas expectativas positivas respecto a la relación de EE.UU. hacia América Latina. 

Pareciera que la nueva Administración no es rehén del lobby de Florida, por lo cual lo lógico sería que continuase en la búsqueda de un cambio en su relación con Cuba y levante, finalmente, el absurdo y criminal bloqueo que desde hace más de 50 años mantienen los EE.UU contra la isla. 

Biden, Trump y Venezuela.

Resulta preocupante y hasta patético observar como buena parte del espectro político del país, sobre todo desde la oposición, confía y espera que lo que suceda en los EE.UU. resuelva los graves problemas que tenemos y provoque la salida de este pésimo gobierno.

Desde las posturas de extrema derecha con su apoyo a Trump y su vergonzoso llamado a una intervención militar en nuestra patria, hasta la alegría y el oportunismo del gobierno por la victoria de Biden y la derrota del “camarada Trump”, como alguna vez lo llamara maduro.

Ambos sectores se equivocan y demuestran una claudicación a la soberanía hasta en el pensamiento. Hay que desechar las vanas ilusiones y entender que los asuntos de Venezuela lo deben resolver los venezolanos, sin injerencia de ninguna potencia extranjera, sean los EE.UU., China o Rusia, ¡de nadie!

Quedará registrada para la historia la actitud vergonzosa del “malinchismo” venezolano de aquellos dirigentes y sectores políticos que han clamado por una intervención militar extranjera en el país. Esa postura no tiene excusas, eso se llama traición a la Patria.

La nueva administración norteamericana debería volver al cauce del derecho internacional. 

Primero que todo levantar las sanciones contra el país y en contra de PDVSA. Esta es una política que afecta a los venezolanos de a pie pero no afecta ni los intereses ni los privilegios del madurismo y los grupos económicos que lo sostienen. 

Además de ser medidas unilaterales e ilegales en el marco del derecho internacional, estas son absolutamente ineficaces para lograr un cambio político en el país por una razón muy sencilla: al gobierno no le importa lo que le suceda al pueblo venezolano, el cual está a su suerte tratando de sobrevivir o salir del país como puede. Por otra parte, las sanciones se han constituido en la perfecta excusa de maduro para tratar de ocultar su desastre.

La política norteamericana hacia nuestro país no puede estar dictada por un partido, Voluntad Popular que, de una manera increíble, ha logrado el apoyo absoluto e irrestricto de la administración Trump, llegando al punto de tener un “presidente” y embajadores reconocidos por la misma, así como cuantiosos recursos manejados de manera discrecional por esta facción de la oposición.

Normalmente, Guaidó y su gobierno paralelo deberían estar en serios problemas frente a una Administración que quiera retornar al cauce de la política. 

La ocupación de embajadas y consulados viola las convenciones internacionales y las inmunidades soberanas de los países. La confiscación de CITGO y otras empresas y activos del Estado venezolano, son arbitrarias y producto de decisiones políticas.

Todo ello habría que regularizarlo, lo cual no quiere decir para nada que la nueva administración de Biden apoye o deba apoyar a este gobierno criminal, violador de los DD.HH., que actúa como una dictadura.  

Creo muy importante que se regularice el ejercicio de la política, se actúe en base al respecto de los principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas. Son normas de convivencia internacional que deben respetarse. El resto sería volver a la barbarie de Pinochet, las invasiones o la injerencia en nuestros asuntos.

Si nosotros queremos resolver nuestros asuntos internos, sobre todo si queremos un desenlace revolucionario, soberano, Constitucional, entonces hay que dejar atrás las ilusiones o pretensiones de que alguien venga desde afuera a luchar por nosotros, a defender a nuestro pueblo y a nuestros intereses colectivos de la barbarie y la violencia de este gobierno.

La actuación de la Corte Penal Internacional en Venezuela.

En medio del fragor y expectativa mundial por las elecciones norteamericanas, pasó inadvertida una noticia grave para el gobierno y en particular para maduro y los principales jerarcas de su círculo de poder. 

Ante las gestiones desesperadas del fiscal sicario ante La Corte Penal Internacional, en la Haya, la Fiscal de dicho organismo, Fatou Bensouda, ratificó que existen suficientes indicios y elementos para que este organismo, creado en el marco del Estatuto de Roma, ratificado por Venezuela en el año 2000, actúe en Venezuela para sancionar a los responsables de la perpetración de Crímenes de Lesa Humanidad señalados en el Informe de La Comisión Internacional Independiente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

El gobierno, como siempre, ha guardado silencio, pero el rostro nervioso del fiscal sicario denota que las instituciones internacionales que velan por el respeto a los Derechos Humanos, están actuando a pesar de todas las presiones y recursos que el gobierno ha desplegado en la Haya para impedirlo.

Bolivia.

En la hermana República Plurinacional de Bolivia, asumió el nuevo presidente Luis Arce y su vicepresidente David Choquehuanca, una victoria del pueblo Boliviano contra el fascismo y la extrema derecha que consumaron el golpe del 10 de noviembre de 2019. 

Vaya nuestro abrazo fraterno al noble pueblo Boliviano y a su liderazgo popular. Ese proceso, auténtico, sin claudicaciones tiene muchas enseñanzas para nuestro país: movilización permanente y lucha para restablecer los derechos y conquistas arrebatadas al pueblo.

Nuevo gobierno en Bolivia, derrotado el golpismo, la traición y la felonía, falta Venezuela, pero todo se mueve.

Hay un nuevo gobierno en los EE.UU., ganó Biden, sale Trump, funcionaron sus instituciones, sus leyes, ellos tienen que resolver sus propios asuntos

Nosotros los nuestros, tenemos que ser capaces de resolver nuestros propios problemas, junto al pueblo, rescatemos nuestro ejercicio soberano de la política, nuestras instituciones y leyes, rescatemos nuestro derecho a construir nuestro propio destino, salgamos de este profundo abismo caminando con nuestros propios pies.