José Vicente Rangel: El valor de la palabra

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Lo primero que quiero hacer antes de avanzar esta reflexión, es manifestar, como ya lo hice por mis redes sociales, mi profundo sentimiento de pesar por el fallecimiento, el pasado 18 de diciembre de José Vicente Rangel, así como, expresar mis condolencias y sentimientos de solidaridad a su esposa Anita, su hijo José Vicente, su hija Gisela y demás familiares y amigos por tan lamentable pérdida. Sabe su familia que de no encontrarme fuera del país, exiliado de mi patria, estaría allí con ustedes, presente, manifestando de forma activa mi respeto. 

Desde muy joven escuché hablar de José Vicente, siendo la mía una familia de izquierda que participó activamente en la lucha armada de los años 60, su nombre se pronunciaba con admiración y afecto, por su valor en levantar la voz contra la violación de los Derechos Humanos durante la IV República; y, particularmente, su activa denuncia e investigación en el Congreso Nacional, del asesinato de Fabricio Ojeda, ex Jefe de la Junta Patriótica que derrocó a Marcos Pérez Jiménez y, luego, Comandante Guerrillero y Jefe del FLN-FALN, quien fue asesinado el 21 de junio de 1966 en los calabozos del SIFAC, en el propio Palacio Blanco, frente del Palacio de Miraflores. Igualmente, por su denuncia del asesinato del profesor Alberto Lovera, militante del PCV, enlace con la Comandancia de las FALN, por parte de esbirros de la DIGEPOL y cuyo cuerpo apareció flotando el 27 de octubre de 1965 en una playa de Lechería, en el estado Anzoátegui, 10 días después de ser secuestrado por la DIGEPOL en la urbanizacion Las Acacias, Caracas, a pesar de que sus asesinos lo habían lanzado al mar amarrado con un pico y una cadena.

Fue la voz de José Vicente, la única que se atrevió a desafiar al aparato represivo adeco-copeyano. Su libro, Expediente Negro (1972), quedó como un testimonio de la violencia política en el país y el terrorismo de Estado entre los años 60-70,  con el cual se arremetió en contra de los dirigentes políticos de la izquierda insurreccional. Su postura valiente de entonces, le ganó un sitial en el espectro político del país, así como,  el agradecimiento de las familias de las víctimas; y, de quienes, desde muy jóvenes, rechazamos la aplicación de la tortura, las detenciones y ejecuciones extrajudiciales y la represión contra el movimiento popular. La verticalidad y el valor de su palabra en la denuncia del crimen y la represión marcaron su carrera política. 

Conocí a José Vicente de una manera casual,  por allá en la campaña de 1973, cuando era candidato presidencial por el partido Movimiento al Socialismo (MAS). Éramos unos niños, yo tenía solo 10 años, y estaba jugando con mi hermano y mis primos en las calles de Pampán, pueblo natal de mi padre, en el estado Trujillo, cuando escuchamos a un puñado de personas, no pasaban de 10, con algarabía, y en el medio de ese grupo de jóvenes, caminando venía el candidato José Vicente, quien entonces se parecía mucho a José Gregorio Hernández. Recuerdo que, ya en ese momento, con conciencia política de quién era el candidato, mi hermano y yo, nos acercamos. No sabíamos qué decirle para expresar nuestra simpatía, solo darle la mano y saludarlo, no se nos ocurrió otra cosa, más que pedirle un autógrafo en la “cachucha” de mi hermano. José Vicente le preguntó a él, ¿y tú, cómo te llamas?, a lo que mi hermano respondió: Fidel. José Vicente se sonrió y le dijo: “tienes el nombre de un gran hombre” Esa respuesta creó para mi, una identidad instantánea con José Vicente, ya sabiamos apreciar lo que nos quería decir.  

Pasaron muchos años y sucedieron muchas cosas en el país. José Vicente hizo su carrera política en el antiguo Congreso  Nacional, así como, sus escritos de excelente periodista y análisis políticos de la situación en Venezuela. Su experiencia  política, lo llevó a entender, que, tanto los sucesos del Caracazo del 27 de febrero de 1989, como  la rebelión militar del 4 de febrero de 1992, marcarían el fin de la IV República y que la figura del entonces Comandante Hugo Chávez, sería un fenómeno que cambiaría la situación de estancamiento y  agotamiento del sistema político hegemónico en el país.  

Las entrevistas de José Vicente, en su programa en Televen, al Comandante militar y dirigente político de entonces, nuevamente constituía un acto de valor de parte del mismo, al permitir que en su espacio, de gran audiencia, se escuchara la palabra de Hugo Chávez, enemigo y defenestrado por el sistema. 

En este punto me gustaría reflexionar que José Vicente Rangel, siendo un destacado dirigente y varias veces candidato presidencial por los partidos de la izquierda parlamentaria de entonces, tuvo la grandeza de entender y apoyar a Hugo Chávez, para ese  momento, solamente conocido en el país, como un comandante militar, reconocer que éste tenía todas las condiciones para dirigir un profundo proceso de cambios políticos y económicos en Venezuela. Esta actitud de José Vicente, fue diametralmente opuesta a la de otros connotados dirigentes de izquierda de entonces que, luego de luchar toda su vida por cambios políticos en el país, jamás aceptaron que fuera otro, en este caso, Hugo Chávez, un comandante militar, quien los llevaría a cabo. 

Una vez en  el gobierno tuve un encuentro fugaz con José Vicente en circunstancias difíciles para el país,  cuando yo, entonces Presidente fundador del Ente Nacional del Gas -ENAGAS- y Director Externo de la Junta Directiva de PDVSA, presidida por el Dr. Gastón Parra Luzardo, recibí una llamada del Presidente Chávez, con quien ya tenía contacto, para que fuera a la sede de la Vicepresidencia, en Carmelitas, a comunicarme con Diosdado Cabello, en ese momento, Vicepresidente de la República, y darle información de cómo estaban las cosas en PDVSA para esa fecha del 10 de abril de 2002.  Inmediatamente  llegué a Carmelitas, tarde en la noche, al Despacho del Vicepresidente, a quien le informé que los gerentes de esa PDVSA estaban involucrados en el Golpe de Estado y que estaban deteniendo las operaciones, allí se encontraba José Vicente, entonces, Ministro de la Defensa. La sensación que tuve de ese encuentro y al ver al Vicepresidente y al Ministro de la Defensa juntos en la oficina, es que el Golpe de Estado era inminente y con esa impresión, me devolví a mi puesto en La Campiña, con la instrucción expresa de que no abandonáramos el Edificio de PDVSA bajo ninguna circunstancia, y eso hicimos.  

Vino el golpe de Estado, y junto al Toby Valderrama y otros compañeros, entre ellos, los ya fallecidos Bernardo Álvarez y Julio Montes, estábamos, desde temprano dentro del Palacio de Miraflores, una vez que fue liberado por los soldados patriotas, esperando a Chávez. Ese día 13 de abril, estuvo José Vicente activo, hablando por teléfono con distintos componentes militares y sectores políticos, abogando por Chávez, el respeto a la Constitución y por la paz del país. Era el José Vicente operador político, con autoridad moral. Creo que en los eventos del golpe de Estado, José Vicente demostró nuevamente su alta calidad política, al mantenerse leal a Chávez y al pueblo, y romper cualquier tipo de atadura con viejos factores políticos, como el “miquilenismo”, que habían traicionado al Presidente.  

Fui designado por el Presidente Chávez, como Ministro de Energía y Petróleo, el 17 de julio de 2002, con el golpe de Estado reciente y con la intuición de que los golpistas volverían a intentar desestabilizar el país, pero, ahora, desde PDVSA. A pesar de que la asonada militar había sido derrotada, y de que Chávez había traído a Alí Rodríguez como Presidente de PDVSA, los sectores gerenciales comprometidos con  el golpe, estaban intactos dentro de la empresa. 

Siendo Ministro y exactamente 28 años después de nuestro encuentro casual en Pampán, nos volvimos a encontrar, ahora de la manera más formal posible y en una situación extraordinaria para ambos, él como Vicepresidente de la República y yo como Ministro de un sector asediado por el golpismo. Los Consejos de Ministros eran permanentes, constantemente se discutía y se bajaban las orientaciones políticas. El Presidente Chávez estaba concentrado en el tema militar y en la estabilidad del país. Por lo que a José Vicente, como Vicepresidente Ejecutivo, le correspondía hacer que el gobierno funcionara. Durante este periodo, fue un operador político excepcional para el Presidente Chávez.

Debo decir que mi relación con José Vicente fue extraordinariamente buena. Siempre conté con su apoyo y respeto, el cual era mutuo. Fue un periodo de mucho trabajo. No se sabía quién era quién y Chávez optó por designar a una camada de ministros jóvenes, de su entera confianza y sin ningún tipo de compromiso político y económico con nadie más que con la Constitución y con la Revolución.   

Durante los años de desestabilización política de la extrema derecha y de las permanentes movilizaciones y marchas populares, siempre me era grato encontrarme en el recorrido a nuestro Vicepresidente Jose Vicente, que, a pesar de su edad y de su jerarquía, caminaba junto al pueblo, se hacía presente.  

Cuando el Sabotaje Petrolero, como ministro del sector, me correspondió estar al lado del Comandante Chávez en Miraflores, quien se puso en frente de la batalla popular por el rescate de PDVSA, desplegarme en las áreas petroleras, junto a Alí Rodriguez y el resto de compañeros del Grupo Colina y los gerentes patriotas que reactivaron la industria, a la vez que se trabajaba con el Vicepresidente en la coordinación entre todos los ministros para el buen funcionamiento del gobierno. Todo, desde cómo resolver la distribución del poco combustible que nos quedaba en existencia, hasta los apoyos internacionales que recibíamos y la coordinación con otros ministerios, empresas del Estado y sectores industriales que requerían de los insumos y productos petrolíferos, para que el país funcionara, como efectivamente lo hicimos.  

Ésto hoy se dice fácil, pero al primero de enero de 2003 sólo producíamos 23.000 barriles día de petróleo. No había gas, las refinerías fueron paradas y sus equipos dañados. No había gasolina ni diesel, y nuestros puertos estaban totalmente bloqueados, mientras las fuerzas transnacionales nos cerraban los suministros de todo tipo, por lo que, nuestra única opción era la de recuperar nuestras instalaciones, poner a funcionar todo, lo cual hicimos en solo tres meses. El país pudo seguir andando, a pesar de que no habían ingresos; pero había un gobierno y un Presidente con credibilidad y concentrados en reactivar a todo el país, como lo hicimos a lo largo de ese año 2003. Nadie buscaba excusas, nadie acusaba a otros. Nunca mentimos al pueblo y nunca entregamos el país. Era Chávez y su gobierno bolivariano.   

Una vez que dejó la Vicepresidencia, Jose Vicente Rangel continuaba siendo, para nosotros y para Chávez, un importante referente político. 

José Vicente era un convencido y entusiasta partidario de la Nueva PDVSA, esa, la “Roja Rojita”, hoy perseguida. Estaba maravillado de cómo el control sobre PDVSA y su carácter popular permitió destinar los recursos petroleros para el desarrollo social, las Misiones, como un fenómeno extraordinario de inclusión, además de como la capacidad gerencial de PDVSA colocada al servicio del país, potenció de manera extraordinaria las capacidades de ejecución de las tareas y proyectos del propio gobierno. Recuerdo que, durante el desarrollo de la “Batalla de Santa Inés”, en el referéndum celebrado el 16 de agosto de 2004, José Vicente quedó maravillado por la motivación  y movilización del pueblo en defensa de las Misiones. Debo decir también, que era un admirador de PDVSA La Estancia y su obra cultural. La extraordinaria recuperación de los espacios públicos para todos los ciudadanos, con una estética propia, popular, nacional, de altísima calidad, que él y Anita apreciaban tanto.     

Desde su periodismo activo en su programa “José Vicente Hoy” en Televen,  y sus columnas periodísticas,  nos acompañó en todo el proceso de Plena Soberanía Petrolera: la recuperación de la producción, del ingreso petrolero, de las plenas capacidades de PDVSA; y, sobre todo, en la dura batalla contra los intereses transnacionales petroleros. José Vicente sabía que estábamos haciendo cosas importantes para el país, cambiando la relación de propiedad en el sector petrolero y restableciendo el control estatal. 

Fueron más de 12 entrevistas con José Vicente en su “José Vicente Hoy” que luego recopilamos en un libro titulado “Nuestra Industria Petrolera, es un baluarte de soberanía”, que nos hizo el honor de prologar, que, aunque fue impreso, no pudo ser distribuido, porque a partir de 2014 se inició la persecución en mi contra. 

Luego de mi salida del Ministerio y de PDVSA, en agosto de 2014; primero, como Canciller, y más tarde, como Embajador ante la ONU en Nueva York, nuestros contactos se producían en su oficina en Sabana Grande, donde discutimos bastante la situación del país. Sin embargo, no me corresponde revelar los aspectos relativos a estas conversaciones privadas.  

Recuerdo, estando yo aún en Nueva York, que en su programa José Vicente Hoy, del 19 de noviembre de 2017, hizo fuertes críticas a la orientación que estaba tomando el gobierno en el ámbito económico y su efecto sobre los más pobres del país, preguntándose:

«Cómo impedir el derrumbe de una sociedad, cuando aquellos que tienen en sus manos el poder de dirigir, practican políticas en las cuales la ética no cuenta para nada. ¿Acaso no explica esta realidad la quiebra que aqueja a nuestras instituciones, la corrupción desbordada, la negación sistemática de principios básicos? Digo lo que digo con absoluta responsabilidad, insoportable el costo de vida, imposible de callar ante el fenómeno que azota a todos los habitantes de este país, sin excepción, sin distingos sociales y políticos. Los venezolanos y las venezolanas estamos contra la pared. No hay ingresos, fuerza o salarios que soporte el obsceno incremento de los precios de los artículos de primera necesidad, o bien, la dramática situación que se presenta con los medicamentos. Lo que sucede en el país no tiene explicación, y lo confirma el silencio que existe a la hora de ensayar algunas, cada vez más retorcidas y forjadas en el universo de las fábulas. Ninguna convence, ni las que dan los voceros del Gobierno ni la que dan los empresarios.» 

Inmediatamente, los instigadores del odio arremetieron contra él en las redes sociales. Yo, leal con el amigo y con lo que estaba diciendo, expresé mi apoyo público en mis cuentas y en un mensaje personal a él, a lo que me respondió “debemos ser consecuentes siempre con los principios, Rafael”. 

En su programa del 1ro de abril alertaba temprano de lo que ha constituido uno de los mayores crímenes en contra de los sectores populares del país, cuando denunciaba que los funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) y las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) de la PNB de continuaban realizando asesinatos durante sus procedimientos policiales:

Alerto una vez más sobre las actuaciones que vienen cumpliendo funcionarios policiales, con atropellos a los ciudadanos y asesinatos en las barriadas populares

Es el valor de la palabra, es el valor de la idea. Es estar dispuesto a correr todas las consecuencias para mantenerse leal a los principios que hemos sostenido toda nuestra vida. Es en esa línea de acción que nosotros siempre nos mantendremos. 

Se nos fue José Vicente, se nos fue un amigo. Reitero mi más profundo aprecio, lealtad y respeto por su memoria, por alguien que podríamos catalogar como “el caballero de la política”, un hombre de ideas, progresista, de izquierda, periodista de los de verdad, que aún, habiendo perteneciendo a otro tiempo, se las jugó con Chávez, con el pueblo. 

¡Hasta la victoria siempre! ¡Venceremos!