La muerte del capitán

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Escribiendo mi artículo semanal recibo la noticia de la muerte del Capitán de Corbeta Rafael Acosta Arévalo, hecho lamentable, repudiable y muy grave que sigue enlutando a las familias venezolanas. Quisiera expresar mis sentimientos de condolencia a su viuda, hijos y demás familiares y amigos. 

Aunque no conocía al Capitán, por su grado y fotografía, se evidencia que era un hombre joven, de semblante afirmativo, propio de un oficial de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Un venezolano al que se le conculcaron, violaron, todos sus derechos humanos, desde el mismo momento de su detención, tal como lo denunció su esposa el 22 de junio por las redes sociales. 

Su detención ocurrió el mismo dia que la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, concluye su visita al país, declarando haber recibido el compromiso del gobierno de “permitir una evaluación de la comisión nacional para la prevención de la tortura y permitir el ingreso de relatores especiales de la ONU al país”.

Su muerte ocurre luego de el pasado 27 de junio fuese expuesto y condenado ante la opinión pública por el ministro de la desinformación y los programas de odio del madurismo, como involucrado en la última “conspiración” develada por el gobierno, en sus ya acostumbradas razias políticas. Este “súper ministro” del madurismo, pasará a la historia como el anunciador de la muerte, extrañas vueltas que da la vida.

Nueve horas después de conocerse la muerte del capitán, maduro y su gobierno, incluyendo su fiscal, anuncian “investigación” del caso. El cinismo se ha convertido en una categoría del madurismo. ¿Quién va a investigar?, ¿los mismos que “investigan” el brutal asesinato de Oscar Pérez y su grupo?, ¿la muerte en custodia del ex ministro Nelson Martínez?, ¿el lanzamiento desde el décimo piso del Sebin del Concejal Albán? Ellos no se pueden investigar a sí mismos. 

José Vicente Rangel y la Fiscal Luisa Ortega Díaz, u otras voces, deberán documentar y escribir otros capítulos de sus respectivos “Expediente Negro” e “Informe Final de la Violación de los DDHH entre 1958-1998 en el país”, testimonios de la violencia durante la cuarta República, para ahora incorporar la violencia del madurismo. Es el mismo patrón, los mismos métodos. NO pueden haber torturados buenos y torturados malos. Sobre todo si se trataba de hacer una revolución, no solo política, económica y social, sino y muy especialmente, espiritual.

Esto que conocemos como madurismo no tiene nada de revolucionario, ni chavista. Es cruel, violento. No emociona a nadie. Es la segunda muerte del Comandante Chávez. Para esto no fue que él entregó su vida, por esto no fue por lo que luchamos tanto, por lo que se movilizó el pueblo venezolano tras las banderas y el discurso de la Revolución Bolivariana. 

El madurismo no es más que un Estado policíaco, violento, intolerante. Que busca imponer por la fuerza un modelo atrasado, capitalista dependiente, inviable. Y que hará lo que sea para mantenerse en el poder. 

La muerte del Capitán y las circunstancias, nada claras aun, que rodearon su tragedia: su presentación ante la Corte Marcial en silla de ruedas porque no se podía mantener en pie, su pedido de ayuda en voz baja, su traslado urgente al hospital y posterior muerte en la madrugada, expone de manera inocultable la brutalidad del aparato represor del gobierno y el alto grado de compromiso y responsabilidad de los altos jerarcas del madurismo en estas violaciones a los DDHH. 

Esto mismo pasó en la cuarta República, cuando los prisioneros políticos morían víctimas de la tortura, de los golpes y patadas de sus captores. 

Igual de trágicas fueron las circunstancias del ajusticiamiento del grupo de Oscar Pérez, además transmitidas por él mismo en las redes sociales, su llamado desesperado a una fiscalía que jamás apareció, porque ya la decisión de matarlos estaba tomada. 

Esto también pasó en la cuarta República, la Digepol o el Dim, llegaban y rodeaban al guerrillero o grupo de guerrilleros, no con la intención de capturarlos, sino de matarlos, ajusticiarlos, como hicieron en tantos casos.

Las circunstancias de la muerte del ex ministro Nelson Martínez fueron trágicas y crueles, como lo denunció su esposa e hijos en una carta pública que debería estremecer la conciencia de todo el país. 

Así murieron tantos oficiales y dirigentes revolucionarios por allá en los violentos años sesenta, basta recordar el caso del Capitán Manuel Ponte Rodríguez muerto en 1963, prisionero en el Cuartel San Carlos, cuando sus captores le negaron de manera reiterada y a pesar de la solicitud de su esposa y la defensa, la asistencia médica crucial para salvar su vida.

Lo hemos venido denunciando de manera sistemática: las violaciones de los DDHH en el país no se pueden achacar a un “exceso” de uno que otro funcionario que luego es sometido a la justicia. No, cada vez queda más claro que la violación a los DDHH en el país es una política de Estado impuesta por nicolás maduro, dónde están involucrados todos los poderes: el ejecutivo, el ministerio público y el poder judicial.  

Una política que tiene su epicentro en el gobierno, quien desde la presidencia, el mismo maduro, decide y dirige, junto al grupo de cinco que tiene todo el poder del país, las acciones de represión abierta y brutal contra cualquier factor político que se les oponga sea este de la oposición tradicional o del chavismo.

Lo que ha decidido el madurismo es imponerse por la violencia de los que no tienen razones, contener el descontento y deterioro del país, imponiendo el miedo, violando la ley, persiguiendo, encarcelando y matando. Lo ha venido haciendo de manera sistemática, por sectores, con distintos grados de intensidad. Se han valido de la mentira y la manipulación, de la indiferencia que impone el miedo, de los que optan por meter la cabeza dentro de un balde.

Primero fueron las trabajadores petroleros, luego los manifestantes en la calle, los líderes políticos de la oposición, del chavismo y ahora, de manera especialmente cruenta, los militares.

He publicado y entregado a la oficina de la Alta Comisionada para los DDHH la lista de los más de cien trabajadores de PDVSA presos, o secuestrados políticos, en el Dgcim, Sebin, la tumba y el Helicoide. He pedido por el respeto a sus más elementales derecho humanos, incluyendo los míos, el derecho a la defensa, al debido proceso.

He entregado a la oficina de la Alta Comisionada las cartas de los familiares de los trabajadores secuestrados donde se describe, por ellos mismos, las condiciones de maltrato y violencia a los que están sometidos. Los casos que tienen más de cinco años presos sin ni siquiera una presentación, sin saber de que se les acusa, los que se han intentado suicidar, los que están entre presos comunes, los que están en recintos militares, los que están enfermos, la crueldad con la que han sido maltratados estos venezolanos. 

Pero resulta que, como son trabajadores chavistas, como somos los chavistas perseguidos por el gobierno, al otro lado de la intolerancia no le importa.

Hemos denunciado el caso del ex ministro Mayor General Rodríguez Torres, del ex ministro general Raúl Isaías Baduel y la ciudadana Rocío Ramírez ¿donde están?; igual los casos de más de 154 oficiales detenidos, secuestrados políticos, los casos del Tcnel. Igbert Marín Chaparro, Cnel. Ovidio Carrasco, Gral. Balza Liota, GD. Alejandro Pérez Gámez, entre otros. Están torturando a nuestros oficiales, a los de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

Pero resulta que como son los oficiales militares del campo Bolivariano, claves en todas las batallas al lado del pueblo y la Constitución, los hombres y muchachos de Chávez que le han hecho frente al madurismo, entonces al otro lado de la intolerancia tampoco les importa. Solo los utilizan, los quieren solo apoyando sus aventuras, sino no les importa su suerte.

Resulta que entre 2014 y 2017 murieron casi 200 venezolanos en las calles, producto de la violencia política, opositores, Chavistas, funcionarios policiales y muchos inocentes. Pero no pasó nada. Esas muertes fueron negociadas entre el gobierno y la oposición. 

La Comisión de la “Verdad, justicia y paz”, fue creada por los expertos del cinismo para que no pasara nada, para ocultar todo, manipular a las víctimas. Tengo en mi memoria la conversación con un hombre humilde, padre de un muchacho trabajador, degollado por las “guayas” que el fascismo mandó a instalar en las calles de Caracas en contra de los motorizados. Recuerdo su impotencia ante las negociaciones del gobierno con la oposición. No pasó nada. Engañaron a los familiares de las víctimas. Se impuso la impunidad como norma del “constructor de victorias” 

Lo increíble de todo esto es que, para los más acérrimos maduristas, incluyendo animadores de programas de odio y algunos dirigentes del psuv, la violencia contra los que se opongan a maduro, sean opositores o seamos chavistas está justificada. Siempre hay una razón, una excusa, una “conspiración develada”, un peligro inminente. No se dan cuenta en qué se han transformado, han perdido cualquier rasgo revolucionario, bolivariano. En cualquier momento aparece el Comandante Chávez involucrado en una de estas “conspiraciones” del madurismo.  

En un país normal el fiscal y los responsables de los organismos de seguridad serian removidos y sometidos a la justicia, algunos ministros renunciaron por un asunto de ética y el pueblo estaría en la calle exigiendo la renuncia de maduro. Pero no pasa nada, Así es la vida en la Venezuela de maduro, el país del miedo.

Es que al ciudadano de a pie, al obrero, trabajador, joven, profesional, estudiante, dirigente popular, ama de casa, militante del psuv, campesino, jubilado, anciano, le tienen la cabeza metida dentro de un balde lleno, donde, por supuesto, no se puede respirar, ni hablar, ni ver, mucho menos pensar. La asfixia dentro mantiene al ciudadano, la víctima, en un estado permanente de angustia y miedo. 

Pero es hora de sobreponerse a esta situación de miedo e indiferencia. Hay suficientes evidencias de que este ha resultado ser un gobierno tiránico, despótico, al margen de las leyes, de espaldas al pueblo, Herodes de la obra del presidente Chávez.

Es hora de nuestros ciudadanos entiendan que este gobierno no solo ha secuestrado los sueños de todo un país, la soberanía del pueblo para decidir sus propios asuntos, sino que está dispuesto a sacrificar a todo un pueblo, sus instituciones, hombres y mujeres, su juventud militar, a nuestros obreros y capitanes para mantenerse en el poder, mantener sus privilegios.

Es hora de que entiendan, especialmente nuestros militares, que a pesar de la situación de asfixia, indignación y la angustia, no es detrás de las aventuras golpistas de la extrema derecha, entreguista y antinacional, que saldremos de maduro, al contrario, la extrema derecha es la excusa perfecta para que este se mantenga en el poder. 

Es solo junto al pueblo, volviendo a nuestra esencia bolivariana, revolucionaria, a nuestra Constitución, nuestras leyes, volviendo a Chávez, a la democracia participativa y protagónica, con una Junta Patriótica, la unidad cívico-militar como aquel 13 de abril de 2002, pueda restablecer la Constitución y poner punto final a la violencia de los dos grupos intolerantes que se disputan el poder de espaldas a los intereses de todo el país.

Nuestro país requiere, nuestro pueblo merece, un gesto de grandeza, levantar la mirada, vencer el miedo y el chantaje. Requerimos del esfuerzo de sus mejores ciudadanos, hombres y mujeres, que, en medio de la tristeza y la desesperanza, recuerde siempre que “soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”.