Las víctimas invisibles y la izquierda oportunista

Las víctimas invisibles y la izquierda oportunista

El bienestar del pueblo, el vivir bien, como lo definió el presidente Chávez, fue el resultado de la acción decidida del gobierno Bolivariano para saldar la deuda social histórica con los más humildes luego de casi 100 años de expoliación de nuestro petróleo y la acumulación de años de despojo que se reflejaba en una sociedad fracturada, injusta, cuyas víctimas sobrevivían, o más bien morían lentamente, confinados en sus barrios.

Una vez que el presidente Chávez logró estabilizar la situación política del país, al derrotar junto al pueblo el golpe de Estado de abril de 2002 y el Sabotaje Petrolero de 2002-2003, y luego que estas victorias fueron respaldadas con la masiva votación  en apoyo al presidente Chávez en el referéndum de 2004, en la Batalla de Santa Inés, nosotros pudimos avanzar en el desarrollo de nuestro programa de gobierno.

Un programa de gobierno que fue evolucionando y radicalizándose en la medida en que se enfrentaba la violenta oposición de las élites tradicionales frente a cualquier intento de transformación del país. 

Era un momento de definiciones internas, los sectores abiertamente de derecha dentro del gobierno quedaron al descubierto en los eventos violentos de 2002-2004, mientras que los reformistas se replegaron en la Asamblea Nacional y los revolucionarios avanzamos con Chávez. 

Nosotros, desde el Ministerio de Petróleo y PDVSA, siempre entendimos la necesidad de avanzar con acciones concretas en la dirección marcada por el presidente Chávez: una revolución socialista. Por ello, más allá de los discursos, juramentos y las charreteras de “ex” que muchos del gobierno arrastraban, nuestro equipo de trabajo avanzó de manera decidida para abrir los cauces necesarios para las profundas transformaciones económicas y sociales, las cuales deberían corresponderse con las conquistas políticas logradas por el presidente Chávez; teníamos que darle el sustento material económico al extraordinario salto en la conciencia política del pueblo.

Ésto lo entendimos así desde que llegamos al Ministerio de Petróleo en julio de 2002 y luego a PDVSA, debíamos inclinar la balanza del gobierno y del país en apoyo a Chávez. No es cierto que su pensamiento era hegemónico, lo que era hegemónico era su liderazgo y su jefatura, pero no así la idea del socialismo. Esta idea generaba resistencia en los sectores políticos que lo apoyaban, atrincherados en la Asamblea Nacional y dentro del propio gobierno, Fuerza Armada e instituciones del Estado. Chávez lo sabía y por ello iba depurando su equipo, quitándose de su lado a los oportunistas y acerando un equipo de gobierno muy suyo, comprometido con sus ideas y planteamientos.

Cuando nos lanzamos a la conquista de la Plena Soberanía Petrolera, no solo estábamos restituyendo al pueblo sus recursos y conquistando la única herramienta posible, para conducir nuestra propia visión de la economía del país y hacer realidad la posibilidad socialista, sino que sabíamos que nuestra acción definiría el curso del gobierno, estábamos enfrentándonos al sector del capitalismo mundial más poderoso y agresivo del planeta: las transnacionales petroleras, las cuales se habían enquistado en nuestro territorio con el fin de expropiarnos nuestras inmensas riquezas, como hicieron en gran parte del siglo XX, imponiendo la “apertura petrolera” junto a sus mentores políticos de la IV República. Nosotros, ante este contexto, nunca hicimos cálculos políticos ni personales, no lo hicimos entonces ni lo hacemos ahora, nuestra postura siempre ha sido y es la misma.

Esta batalla pudimos darla porque contábamos con el irrestricto apoyo del presidente Chávez, la misma no hubiese sido posible con ningún otro presidente. Nosotros, con nuestra visión y pensamiento revolucionario en torno al petróleo y al país, no hubiésemos permanecido mucho tiempo en ningún otro gobierno (como luego se demostró  con el gobierno de maduro).  Sólo con Chávez fue posible mantenernos 12 extraordinarios años trabajando a su lado y con su apoyo, porque estábamos haciendo una revolución, estábamos sirviendo al pueblo, nosotros lo sabíamos y él también.

Con la conquista de la Plena Soberanía Petrolera, el nacimiento de la nueva PDVSA y la distribución popular de la renta petrolera dimos la batalla para saldar la inmensa deuda social con el pueblo y comenzar a construir un modelo económico basado en el trabajo y el desarrollo de todo el país. No solo contábamos entonces con una empresa petrolera nacional al servicio del pueblo, cuyas plenas capacidades operativas y productivas nos permitieron hacer ingresar al país 700 mil millones de dólares en el periodo y entregar al Fisco, al Estado, 480 mil millones de dólares para sostener la economía nacional, como efectivamente hizo, también nos incorporamos, junto a los trabajadores, la Fuerza Armada y el naciente Poder Popular, a dar la batalla contra la pobreza, la exclusión y la injusticia social.

Esta batalla la dimos junto al pueblo. Logramos instrumentar en el país el concepto de las “Misiones Sociales”, un Plan de emergencia adaptado a la realidad y características nacionales, que logró incorporar al pueblo de manera masiva en el proceso de construcción de una nueva sociedad, donde se practicaba la solidaridad y la fraternidad como fundamentos de la conciencia del deber social. En el camino hacia esta nueva sociedad se educaba, se llevaba salud, se leía, se construían viviendas en el seno del pueblo más pobre, y en las fábricas y empresas junto a los trabajadores. Eran espacios de participación efectiva que el pueblo venezolano iba conquistando en lo político y social.

Simultáneamente, en lo económico, conquistamos nuestra soberanía en el manejo de todos nuestros asuntos, nuestra verdadera independencia, el desarrollo de la infraestructura social, educativa y de salud, cultural, económica, militar, todo ello necesario para el desarrollo de nuestro programa, ahora sí, plasmado en el “Plan de la Patria” que presentamos al país en 2012: el original, sin falsificaciones, el “Plan de la Patria” de Chávez.

Al cierre del año 2012, la revolución bolivariana tenía logros innegables que mostrar, no solo en lo económico, social y espiritual, sino en su economía y en el fortalecimiento de nuestro país en sus capacidades productivas, en el sector petrolero, servicios, industrias. 

Era un país en revolución con un gobierno popular y revolucionario, soberano, respetuoso de la Constitución y las leyes, donde la democracia protagónica era un ejercicio cotidiano, con un Poder Popular que se fortalecía día a día y los ciudadanos ejercían de forma plena todos sus derechos, garantizados por el Estado.

Era un gobierno sometido a constantes y profundas críticas, tanto desde la derecha como desde sectores de la izquierda, pero éstas se abordaban desde un permanente debate de ideas, sin judicializar la política, ni utilizar a las instituciones, ni a los organismos de seguridad del Estado para la persecución ni la violencia política. Era un gobierno ético, con un presidente y un equipo de ministros entregados en cuerpo y alma al servicio del pueblo, en defensa permanente de todo el país, de sus riquezas, sus recursos, su soberanía  política y económica. 

Un gobierno que acompañaba su propuesta de socialismo con hechos concretos y coherencia extraordinaria entre el discurso y la práctica, aunque podía equivocarse jamás mentía, siempre se actuaba con honestidad y se gobernaba para el pueblo, honrando la palabra y el programa aprobado masivamente por el voto popular.

Creo que cada vez es más importante hacer esta reflexión y convertirla en una discusión, principalmente en el seno de los sectores progresistas y revolucionarios del país y latinoamérica. Es necesario abrir un gran debate sobre lo que ha ocurrido en Venezuela después de la muerte de Chávez. La traición del gobierno de maduro hacia la plataforma programática del Chavismo al destruir la obra del gobierno bolivariano y retrogradando al país a un modelo violento, autoritario, un capitalismo ramplón, atrasado, con base en el saqueo de nuestras riquezas, entregando la soberanía del país y sumiendo al pueblo en la pesadilla de un modelo neoliberal  y salvaje que ha plagado de miseria a toda la patria. Un modelo que ha demolido los cimientos institucionales del Estado, violando la Constitución y las leyes, vulnerando los derechos humanos y fundamentales de sus ciudadanos, impulsando un éxodo sin precedentes en nuestra historia de más de 5 millones de venezolanos, la mayoría jóvenes, que han tenido que abandonar el país en la búsqueda de una posibilidad de vida que no encuentran en la Patria. 

Al reflexionar sobre el desastre del gobierno madurista –la antítesis del gobierno de Chávez o de cualquier gobierno de izquierda–, trato de entender cómo todavía existen sectores que, aunque se proclaman de izquierda e incluso revolucionarios, siguen apoyando esta situación, sobretodo cuando muchos participamos en el gobierno revolucionario del presidente Chávez, cuando fuimos protagonistas –cada quien desde su espacio–, de una gestión revolucionaria de gobierno con un presidente como Chávez. 

Esta “izquierda” que apoya a maduro sin importar lo que éste haga, está actuando de manera oportunista y, ciertamente, ha fracasado en su papel histórico de salvaguardar los intereses del pueblo. Los revolucionarios debemos estar, en cualquier circunstancia, al lado del pueblo, los principios y valores del socialismo deben prevalecer sobre cualquier consideración o cálculo egoísta. En nuestro caso, el programa político-económico de la revolución está plasmado en el Plan de la Patria, por eso el Plan de la Patria, el Plan de Chávez, no puede ser traicionado ni violentado ni retrogradado en aras de la “táctica”, porque detrás de esta “táctica”  está la “estrategia” de la derecha.

El gobierno de maduro y su bandazo a la derecha ha dejado una profunda herida en las víctimas invisibles del pueblo. Estas víctimas no le importan a nadie, no aparecen en las tendencias del twitter de los personeros del gobierno, ni merecen un solo mensaje de solidaridad de tantos que abundan cuando el Covid-19 toca a las élites maduristas. 

La gran víctima invisible es el pueblo que vuelve a sus guetos de miseria, a sus barrios de siempre, de donde una vez bajaron a defender a Chávez y su revolución. Ahora vuelven allá, tratando de sobrevivir o morir lentamente, luchando por una caja de comida, atentos detrás de un bono o esquivando la violencia y abusos del FAES, la Guardia Nacional o cualquiera de los grupos paramilitares que han impuesto la violencia y, de hecho, la pena de muerte al pueblo.

Esta imposición violenta del paquetazo de derecha del gobierno de maduro, con su política económica entreguista y antinacional  nos arrebató a los venezolanos el control de la industria petrolera, del petróleo y el gas, de nuestros recursos minerales en el Arco Minero, acabó con nuestra moneda, el bolívar, y dolarizó la economía y la relaciones en la sociedad. 

La imposición de esta política monetarista, expropió el trabajo y los ahorros de los trabajadores por medio de la hiperinflación y la megadevaluación, que nos ha llevado a tener el salario mínimo mensual más bajo del hemisferio (3,2 dólares al mes), arrastrando a más del 96,2% de la población a la pobreza. Esta es la consecuencia de un modelo brutal y entreguista basado en la expropiación de los recursos naturales, donde se destruye el trabajo y no hay producción, con una caída del PIB acumulada en 7 años de 64%.

Hoy día, después de 7 años de estar maduro en el poder, las cifras de la situación económica y social en Venezuela no solo son alarmantes, también dejan al descubierto  a aquellos que que miran hacia otro lado, que hacen “lo que maduro diga”, que mantienen un silencio cobarde y oportunista.

La CEPAL estima que este año la caída del PIB del país será de -26%; mientras que la FAO indica que en 2018 el 21% de la población (6,8 millones de habitantes) se encontraba en situación de hambruna, mientras que en 2019 esta cifra aumentó en Venezuela a 9,3 millones los habitantes que padecen inseguridad alimentaria aguda. 

La Universidad Católica Andrés Bello y la Universidad Central de Venezuela en su “Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI)”, realizada entre noviembre de 2019 y marzo de 2020, luego de consultar 9.932 hogares determinó que: la tasa de mortalidad infantil se ubica en 26 personas de cada 1000; aproximadamente 13% de los hogares venezolanos presentan condiciones de hacinamiento; solo 25% de los hogares cuentan con suministro de agua constante; solo el 10% goza de suministro constante de energía eléctrica, mientras que el 64% de la población padece cortes de varias horas al día semanales y algunos casos diariamente; la inflación interanual en marzo ha sido del 3.365%, por lo que se sitúa como el país más inflacionista del mundo; actualmente, el 96,2% están en situación de pobreza y un 79,3% sufre una pobreza extrema.

La Alta Comisionada  de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), presentó el 03 de julio de este año el informe sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela, y el atropello y violaciones a los derechos de los pueblos indígenas y trabajadores en medio del desastre del Arco Minero. El informe también concluye que la independencia del Sistema Judicial en Venezuela se ve considerablemente socavada por la inseguridad en la titularidad de los jueces y fiscales, así como de las precarias condiciones de trabajo y la interferencia política. Igualmente con todos los fiscales del país, pues su titularidad también es provisional y cada nombramiento ha quedado a discreción (decisión) del Fiscal General de la República. Así, la inseguridad de esa titularidad ha generado que sean los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) quienes controlen las decisiones de los tribunales inferiores, sobre todo en derecho penal. También preocupa a la ACNUDH que la jurisprudencia militar sea utilizada para enjuiciar a civiles en Venezuela y que el Ministerio Público no investigue la violación del derecho a la vida por parte de las FAES y el CICPC, debido a las presiones y negativa del propio gobierno.

Pero el arte de la manipulación política y la mentira del gobierno y sus voceros dice que todo este desastre es en nombre del socialismo y de Chávez. La verdad es que el madurismo ha sido el enemigo más despiadado y preciso que han tenido Chávez y el socialismo, su accionar ha logrado lo que jamás pudieron hacer ni las élites políticas tradicionales del país, ni la propaganda de derecha. 

El madurismo logró no solo desmontar la obra de Chávez, sino destruirla moral y políticamente ante el pueblo, ha utilizado a Chávez y al socialismo como un escudo mientras avanza totalmente en sentido contrario a lo que hicimos durante la revolución bolivariana.

El madurismo se ha propuesto erradicar del corazón del pueblo a Chávez y el socialismo, su gobierno ahora es el contraejemplo en el mundo, la peor propaganda posible para una revolución. 

Ni el gobierno, ni sus voceros o propagandistas han tenido ni siquiera la honestidad de asumir sus acciones como propias, sus errores y su verdadera política siempre están excusadas en “falsos positivos”, “conspiraciones”, “invasiones”, “corrupción”, ataques “ciberespaciales”, “iguanas”, “atentados” y toda clase de mentiras y manipulaciones. 

Tratan de construirse una épica que no tienen, desde comparar la payasada derechista de Macuto con “Bahía de Cochinos”, hasta las advertencias a las naves americanas de no “pasar la línea roja”, y al mismo tiempo negocian con la Exxon Mobil nuestra soberanía en el Esequibo.

El madurismo tiene la hegemonía comunicacional, compró periódicos y cerró otros. Le han quitado el papel y los permisos a los medios de comunicación, se llevan presos a trabajadores, escritores, opinadores, políticos, tuiteros, mientras tienen una pléyade de voceros, “ex” que no son capaces de decir nada, opinadores bobos, fáciles, cómicos, animadores de programas de odio, poetas borrachos, poetas sicarios, toda una fauna de propagandistas prestos a agradar a su jefe, humillándose una y otra vez para mantener un puesto, un curul, una posición de confort, mientras otros –de manera inexplicable y sorprendente–, otrora críticos de la violación de los Derechos Humanos, de la persecución política, periodistas valientes, están enmudecidos, callados o intentan pasar desapercibidos frente al desastre cotidiano en el país. 

Ahora se asesinan pescadores, como sucedió hace dos días en Isla de Toas, o muchachos del pueblo como hace unos meses en Upata, sin que a nadie le importe, se llevan presos a los trabajadores como los casos de Aryenis Torrealba, Alfredo Chirinos, Oswaldo Vargas, tienen secuestrados al general Rodríguez Torres, Baduel, a más de cien trabjadores y gerentes de PDVSA, a oficiales de la Fuerza Armada, se mata en cautiverio como hicieron con el ex ministro Nelson Martínez, se mata en tortura como al Capitán Rafael Acosta Arévalo, se ejecutan en los barrios a mas de 5.800 jóvenes a manos del FAES, pero nadie de la “izquierda” madurista dice nada, todo tiene una excusa, todo se  justifica para no entregar el poder a la “derecha”, cuando no se dan cuenta o no quieren ver, como el síndrome de la rana hervida, que la derecha que está en Miraflores aplica desde hace bastante tiempo.

Pero Chávez no pasó en vano, el pueblo venezolano rechaza mayoritariamente a maduro y lo que ha hecho con nuestro país, pero hoy es un pueblo reprimido, sin conducción, sin vanguardia, como muchas veces sucede cuando una revolución es traicionada, víctima de una restauración violenta. El pueblo noble venezolano sobrepasa en conciencia a la nueva élite madurista y sus “agentes” que se acomodaron en el poder, con sus bodegones y sus negocios.

El psuv, los partidos del otrora polo patriótico, los trabajadores, el Poder Popular, las Misiones o lo que quede de todos ellos, tienen que deslastrarse de manipulaciones y mentiras, dejar atrás el chantaje de la derecha y la invasión, porque ya la derecha está en el poder y no habrá invasión, lo que habrá será negociación entre las dos caras de la misma moneda. 

Si se produce una invasión o agresión a la patria, debemos estar allí para defenderla, pero ni será con esta dirección, ni para mantener en el gobierno al madurismo, ni entregar la patria al guaidosismo, será para que el pueblo retome en sus manos la conducción de su destino, los destinos de la patria.

¿Acaso necesitamos que alguien decida nuestro futuro, si la fuerza es nuestra, la razón nos asiste y el futuro nos pertenece? 

El capitalismo salvaje, un viejo sistema depredador y rapaz, se viste con extraños ropajes para volver a señorear en nuestro país con sus tácticas, twitter, violencia, manipulaciones y mentiras.

Tenemos que levantar la cabeza, elevar la mirada porque otro país es posible y tenemos derecho a conseguirlo. El madurismo es un accidente, un triste evento, una traición más en el largo camino de Bolívar y Chávez. Debemos recomponer al país, restablecer la esperanza, y avanzar en la conquista de un futuro que nos pertenece.