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ActualidadAfganistán: la hipocresía intercapitalista.

Afganistán: la hipocresía intercapitalista.

Estando en pleno proceso de evacuación de sus nacionales EEUU considera reconocer al gobierno Talibán. Por una parte ese detallito debería servir de lección a Maduro y al madurismo a la hora de considerar un método más contundente para ser reconocido por los EEUU como gobierno legítimo, sin embargo es una muestra de la hipocresía en discurso con el cual siempre se fundamentan las intervenciones en  países como ese; a EEUU y a la UE poco les importa si los talibanes lapidan a sus mujeres o las mutilan, igual a los chinos y menos a los rusos y turcos, sus problemas son geopolíticos y económicos, nada que ver con derechos humanos. Los derechos humanos siempre será una buena excusa para descalificar al enemigo ante un mundo hipócrita que educa a la gente para que nunca se respeten.

En el caso de EEUU hay estadísticas que indican que, en el tiempo que transcurrió la intervención, desde 2000,  más o menos, la producción de opioides aumentó en un porcentaje elevadísimo, 40% dicen algunos, más los ataques terroristas  generados por talibanes en el país y territorios cercanos, que también aumentaron, ni se diga del dineral que ganaron los contratistas militares ocupados de destruir y construir a la vez países invadidos.

Sin embargo la Casa Blanca considera tranquilamente reconocer el gobierno talibán, y de seguro reabrir su embajada. Y Europa también: “los talibanes han ganado, tenemos que tratar con ellos”, dice Josep Borrell. Por otro lado, ni Rusia, ni China y ni Turquía tienen intenciones de cerrar sus embajadas. Rusia habla de diálogo, China feliz de poder estar ahí, cuidando sus intereses sin tantos problemas con la presencia militar de EEUU, y los turcos también, pendientes seguramente de hacer negociaciones y negocios sin ellos cerca.

El otro asunto a considerar es el gobierno talibán, el cual es ahora estigmatizado como amenaza diabólica, medieval, pero que, de seguro, se abrirá a occidente con más sentido de civilización de lo que este lado del mundo se imagina. Quizás ese sea su verdadero final o el comienzo de su auténtica derrota: abrirse a  occidente. Lo que no pudo la URSS ni EEUU con las armas, lo va poder el simple atractivo occidental, el capitalismo puro y simple. Ese encantamiento fue el final de Gadafi; o Vietnam que ahora es un “aventajado”  país capitalista.  Dice Biden, “Los que se colgaron a los aviones no eran aliados de EEUU”,  pero ya regresarán con sus aliados los talibanes.

Ahora el escenario de las luchas entre capitalismos se traslada a México. Si en Afganistán había (y hay) un interés geopolítico para algunos, más el negocio de los contratistas militares y de  la droga para otros, en México se pugna por el control del petróleo y riquezas minerales de Venezuela, que no es poca cosa. Los rusos no están  sentados como observadores porque sean inocentes palomitas blancas de la paz, tampoco EEUU, ¡les importa un carajo la democracia!,  tampoco Noruega y la UE, tienen intereses por el petróleo, el arco minero, y por ver cómo se consolidan definitivamente las zonas económicas especiales, las nuevas “maquilas”, que son un atractivo plan para oportunistas. El gobierno de Maduro no tiene mucho que ofrecer; pide legitimidad “a llanto”, pero al reconocer el diálogo (y no es que el diálogo los legitime como gobierno) con interlocutores tan apoyados, de entrada,  debe garantizar un traspaso de todos esos proyectos a manos más confiables, claramente comprometidas con los proyectos liberales y con los capitales internacionales, ¿cómo será la distribución de la torta? Rusia, la UE y EEUU lo decidirán en otra mesa, en un piso más arriba.

Los inversionistas dirán que no hay garantías para hacer negocios seguros en Venezuela, así lo dice el Banco Mundial, el FMI, y Maduro exigirá respeto a la Constitución. “Pero no hay garantías”, dirán,  y Maduro entregará la Constitución. Para Maduro el problema no es entregar la constitución,  o el país con toda su gente; el problema es encontrar una justificación creíble  para que el chavismo, que todavía lo apoya,  lo apoye; que la gente se  convenza de que es preferible pasar hambre y trabajo que perturbar el ambiente de paz social alcanzado; así paguemos el precio de  la esclavitud y del hambre; así sea desnacionalizándonos, emigrando, ¡no importa!, lo que importa es que crean que todo se hace por  “la paz  social”

¿Qué  es lo que pretende este discurso súper hipócrita de Jorge Rodríguez?  Justificar el retiro de “sus tropas” (abandonarlo todo, socialismo, Chávez, independencia, patria, nación) y dejar que los “talibanes” capitalistas tomen definitivamente  nuestro territorio. 

Dos acciones paralelas realizadas con el mismo método  de la mentira y la hipocresía, el mismo estilo “diplomático”, pero  guardando  distancias; estos de acá son unos pendejos y los otros de allá tienen poder y fuerza.

Quizás, como pueblo,  tengamos la fuerza suficiente para resistir una invasión extranjera, tengamos capacidad de generar la violencia suficiente, pero este gobierno no la tiene, es de mentira, es gente muy medrosa, capaz de vender o entregar lo que sea antes que pelear por la independencia o el socialismo;  decir lo que sea, mentir como sea, con tal de participar en la rebatiña, y de que los dejen en el gobierno, así sea de títeres. Como pueblo podemos vencer, pero  sin un liderazgo fuerte esa fuerza se perdería en la anarquía, y eventualmente esto generaría una tiranía atroz.

Maduro es como un talibán rendido al capitalismo, pero nosotros ya conocemos el sabor de la revolución comandada por Chávez, de la victoria sobre el miedo; con líderes fuertes, convencidos, valientes, podemos de nuevo regresar por el camino de la revolución socialista y evitar el desastre de ser invadidos, sometidos, o desaparecidos definitivamente como nación.

¡VOLVAMOS A CHÁVEZ Y AL PLAN DE LA PATRIA ORIGINAL!

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