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ActualidadDignidad socialista y diáspora

Dignidad socialista y diáspora

Para cualquier gobierno de los Estados Unidos sacar a Maduro es un trámite pendiente, inclusive para Sanders, si llegara a la presidencia de ese país, para ellos eso es política de Estado. Y para ser ciudadano del gran imperio hay que ver el mundo desde su óptica imperial. Es muy distinto reclamarle al gobierno gringo viviendo como residente o ciudadano norteamericano, que demandar justicia para Cuba o Venezuela, o Nicaragua, desde ahí, desde ese país,  nadie lo va hacer. Los enemigos del imperio son los mismos enemigos de la gente común, de su pueblo, incluyendo a los emigrados, residentes, naturalizados. No hay razones para que esto no sea así.

Desde la óptica de los habitantes de este lado, la cosa cambia; uno está experimentando la vida del colonizado, aprende a ver más allá del sueño americano, puede ver la explotación, porque es eso lo que uno vive, lo otro solo es cine y televisión y desde aquí uno distingue mejor la diferencia las dos realidades. El asunto es que no podemos esperar del pueblo norteamericano solidaridad con nuestros anhelos socialistas. Serían contados con los dedos de las manos, aquellos que desde allá se identifican con las revoluciones latinoamericanas, aun siendo migrantes de pueblos colonizados y explotados. Nos queda a nosotros demostrar al mundo y al imperio, al universo capitalista, que se puede vivir de otra manera, dentro de una sociedad de respeto por la condición humana y el humanismo, vivir en socialismo.

El socialismo es una carga de humanidad, de cultura y dignidad que hay que llevar a todas partes, siembra humanidad. Simón Bolívar, José Martí, Fidel Castro, Ernesto Guevara, Hugo Chávez, todos nuestros héroes son ejemplos de resistencia cultural, moral y dignidad, esa es nuestra herencia y nuestro legado al mundo, de fuerza moral, de humanismo y humanidad, ejemplos de que, si queremos, podemos vivir de otra manera sin postrarnos al capital, al imperio y a su cultura de prejuicios y naderías.

No es lo que enseña Maduro extendiendo su mano a un gobierno capitalista que lo desprecia, que lo niega. Con ese gesto y esa insistencia lo que muestra es miedo y debilidad, eso no se borra con ladridos, con palabritas. La acción lo es todo.

La diáspora

El migrante pobre de Venezuela no tiene nada que llevar consigo, sino su pobreza; por eso no es digno sino de servir a un amo. Así sea  profesional o no, solo lleva consigo la voluntad de servir a otra sociedad, a conciencia, solo lleva su pobreza espiritual y cultural, su desarraigo, el cual es muy conveniente al capitalismo.

Cuando emigra tanta gente de Venezuela hacia EEUU o a cualquier otro país, se debe pensar en la cantidad de personas que ahora no sienten ningún interés en defender su tierra y sus tradiciones, no hablemos del socalismo; millones extraviados hace rato de tanto facilismo, “realismo”, pragmatismo egoísta y mezquino.

La patria de Bolívar  y Chávez, o de los abuelos, se perdió fomentando solo las soluciones personales y egoístas; la Patria, aquella donde crecieron sus primeros afectos y sentimientos, ahora los migrantes la denigran, la asocian con “manipulación”, la de los farsantes, políticos, generales, policías, empresarios; ahora la perciben vacía sin sentido, seca, como una puta vieja.

La gente se va como sin un sentimiento de pertenencia, como si nada, sin luchar aquí, esclavizándose allá, por unos billetes y a la necesidad de “prosperar” al estilo americano. A unos los mueve la ambición desmedida del mercenario, otros buscan el modelo de vida timorato del pequeñoburgués, y para llegar a eso, la ignorancia nunca será un verdadero obstáculo.

Un fenómeno de individualismo extremo que surge de las redes sociales, la televisión, la farándula, distanciado hace rato de la solidaridad humana, muy lejos de sentir orgullo de pertenecer a un pueblo, a una nación, a una patria (así ésta sea la calle donde nos criamos), ni decir de nuestra historia o de la tierra. Huyen de un país en quiebra, saltan para chupar de otro, como chiripas, sondeando la nada.

Vivir en el capitalismo es una forma errabunda  de vivir, la idea de diáspora le queda bien: cada quién buscando su propia suerte en el mundo. – Esa idea de ¡tradición! que defendía aquel “violinista en el tejado” parecería muy dulzona; la verdadera tradición de aquel pueblo de sacerdotes y mercaderes está en la pasión semítica por el oro, la del comercio y la piratería; “donde está el oro estará mi corazón”.  El último reducto cultural de oriente, el “medio oriente”, se lo tragó el capitalismo, o se lo está tragando “el occidente” ahora mismo, por las buenas o por las malas. El pueblo del “violinista”, ahora mismo está tragándose a Palestina combinado con el gran capital, controlado en buena parte por ellos mismos –.

El emigrante venezolano de hoy es un malagradecido, no pelea por su pueblo-nación, mucho menos por sus intereses de clase, es un nómada de conveniencia, se mimetiza con facilidad, su corazón está en el provecho material, perdió la fuerza de sus tradiciones, la que le diera su historia, lo que llamaba Picón Salas, su memoria; ha perdido humanidad perdiendo su memoria, sólo y huerfano.

Qué tenemos que ver los socialistas con diásporas y dispersiones, con una semilla débil que se la tragará el mundo globalizado en la nada. Los socialistas de Latinoamérica estamos para hacer patria, patria con justicia social, con igualdad dentro de las diferencias, sembrar la semilla de nuestra herencia gloriosa, no queremos nada con el capitalismo, con el imperio que nos desprecia y que más bien nos quiere, si no muertos, esclavos. ¡Ni qué decir! No queremos seudo socialistas avergonzados, pusilánimes… ¡Viva Bolívar, Martí, Fidel, Che,  Chávez…!

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