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ActualidadLa urgencia existencial del socialismo

La urgencia existencial del socialismo

¿Por qué el socialismo?: para poder heredar, para sumarnos a la empresa que vale la pena, la de perpetuar la vida humana y todo lo que ella ha creado, el conocimiento, la conciencia que la identifica. Si queremos resistir al paso del tiempo hay que cosechar lo mejor de ese conocimiento, porque todo lo que existe ha sido creado por la humanidad, lo bueno y malo, vida y muerte, y sobre una línea mantener un balance.

Un desequilibrio en las fuerzas que nos constituye ha engendrado la sociedad de marcado y el capitalismo como un “monstrum”, un tumor pesado, de egoísmo enfurecido, un mecanismo casi autónomo que sostiene con verdadera furia maquinal a unos cuantos locos chupándole la vida a sus semejantes y al planeta entero, acabando con la fuente de la vida, apagando la llama del sueño del hombre, al filo del abismo… Porque sin humanidad no hay nada, y sin herederos no hay herencia que valga.

Todo, absolutamente todo se perderá con la caída de la humanidad. Sin testigos de nuestra propia especie, los sueños, la realidad, el dolor y goce de la vida, el entusiasmo de vivir, la nostalgia, la memoria; la vista, el olfato, el gusto, el tacto, lo sensual y lo simbólico, todo dejará de ser, como si apagáramos un televisor, “el episodio de la vida del hombre termina”.

Esa pedantería lógica titulada  “Deducción trascendental de los conceptos puros del entendimiento”; la belleza inacabable de Mónica Bellucci; el dulce de lechosa cristalino; las maravillosas fotografías del universo hechas por el telescopio Hubble y el mismo aparato, dejarán de existir, nadie ni nada habrá en esa nada para dar cuenta de su existencia. La petulancia científica y la ciencia desaparecerán en un instante. La creencia en la existencia de otros seres inteligentes en el universo, iguales a nosotros, también desaparecerá.

…La melancolía del joven Werther y las dudas de Raskolnikov, no habrá nadie que comente sobre eso en ningún auditorio ni oídos que escuchen. Hablar de un poder universal es un sarcasmo frente al hecho de la muerte. El “hombro de Orión” (aunque nunca supe que era) también morirá junto a Roy Batty; Las tareas de Heracles el homicida… ¡a quién revelar tantos disparates, sueños y reflexiones!; el calor y el frío. La maravilla de las matemáticas, ¡qué disparate!, no tienen sentido cuando todos los humanos vamos a morir. Todas nuestras prevenciones sobre la peligrosa irradiación que provoca Internet en nuestras mentes de nada servirán, vamos a desaparecer como especie, ¡estaremos muertos, no habrá gente presente que lo atestigüe!, igual pasará con la inteligencia artificial y las redes sociales. Acabará la tiranía de la iglesia católica pero nadie podrá disfrutar de esa libertad, o alguien que lo testifique, porque ni siquiera sabremos qué pasó. La muerte es eso, una esperanza fundada en una incertidumbre humana, en un plano que nadie sabe lo que es mientras se está vivo.

Yo sentí la sensación de estar ante algo espiritualmente elevado al ver al Coliseo Romano y Benvenuto Cellini juntos en un conjuro del demonio, ¿a quién le importa eso, sabiendo que vamos a morir? El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte y el materialista dialéctico practicado serían útil ahora, en la antesala del fin de la humanidad, da risa pensar en eso. El recuerdo de mi mamá, que fue la mujer más bella y más despistada del planeta,… ¡Todo, todo, todo se perderá!; la memoria y los proyectos a futuro serán inútiles;  el futuro, ¡qué terrible!;  “todo se perderá – ¡por una conveniencia comercial! –  como una lágrima en la lluvia”, como dijo Roy Batty o Rotger Hauer al final de su historia, o la de Blade Runner (de eso habla la película de Ridley Scott “Blade Runner”, de “humanidad”, de la memoria, de su valor existencial frente al frío cálculo capitalista, ¡ese dato, también se perderá!)… Y así lo transmisible de cada uno de nosotros morirá, replicantes del siglo xxi, destinados a desaparecer absurdamente por un tumor maligno que nos jala lentamente al vacío y que no hemos podido extirpar.

Más allá de ella, de la humanidad,  de su obra y su memoria, está la nada, lo que se pierde, lo que se apaga…, que no desconocido, porque hay que existir para desconocer. Más allá de la vida humana no existe un Dios que nos pueda volver a crear porque fuimos nosotros quienes lo creamos a él, más allá es el fin de todo…

La muerte no es tan terrible cuando sabemos que tú quedarás vivo para contar de mí. Hay que vivir para contarla, como dice García Márquez. De eso se trata el socialismo, de poder vivir para echar el cuento (el cuento de un idiota y que nada significa, dice Macbeth, pero ese es nuestro cuento y nuestra vida, fuera no hay nada); perpetuar la humanidad para que ésta dé cuenta de ella misma. El socialismo es Humanidad, es el equilibrio necesario, y la humanidad es única no hay otra, somos esta caterva de idiotas contando nuestros cuentos, orgullosos de nuestra obra y nuestra memoria, solo nos queda cosechar lo mejor de ella sobre el camino que nos  señala el socialismo, la línea del volatinero; es a través de él cómo podemos buscar (ojalá que de forma interminable) el equilibrio, la perfección de nuestra sociedad y nuestra especie, extirpar el tumor capitalista de nuestras mentes y de nuestra sociedad para no caer al vacío.

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