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ActualidadReinauguración del edificio Rodbexa en Plaza Venezuela

Reinauguración del edificio Rodbexa en Plaza Venezuela

Por allá por el 2010, cantabas «con las bases me resteo», una canción corta y pegajosa, a propósito de las elecciones a la Asamblea Nacional.  Una de las líneas de tu canción decía: «Con los estudiantes… pa la Asamblea!»

En el videoclip promocional y con un pegajoso swing, caminabas con tu aspecto sencillo bajando por las laderas de una barriada caraqueña. Tenías 20 años.

Pertenecístes a los últimos coletazos del Frente Francisco de Miranda, una organización que nació al calor de la revolución: las misiones, barrio adentro, etc.

Una vez fallecido Chávez y desmembrado el paraguas social de la petrolera, el deterioro y la estampida se hizo evidente: la desmoralización de la juventud chavista se expresó en un sálvese quien pueda. Muchos emigraron, otros se sumieron en la pobreza y la droga, otros se sumaron a organismos delincuenciales. El estudio y la movilización voluntaria, dejaron de ser un impulso de vida.

Pero no fue así para todos. Un pequeño grupo, supo arrimar la brasa para su sardina.

El trasfondo de Rodbexa de su videoclip,  cambió drásticamente. Sus atuendos se convirtieron en trajes acordes a un miembro  de las atareadas comisiones diplomáticas venezolanas alrededor del mundo (China, Corea, Vietnam, etc).  La muchacha sencilla comenzó a fungir la figura de una especie de «pequeña primera dama de la juventud».

Ahora en su Instagram invita a la juventud a lucir «cómo te haga sentir hermoso y variado», pero con cirugías plásticas en el cuerpo o en la cara.  Habla impúdicamente de lo bien que te hace sentir una liposucción o colocar extensiones costosas en el cabello, cosas que por cierto son inaccesibles para la juventud hambreada venezolana, sin hablar de los superfluas y estereotipadas que en sí mismas representan esas acciones.

Sufre de lo que podría llamarse, «el síndrome  Frente Francisco de Miranda», porque ya no es tan joven, ni tan revolucionaria, ni tan rebelde. Por el contrario es sumisa y defiende a la nueva casta.  Por eso figura en primera fila, en todos los actos protocolares.

Pero eso no sería tan importante,  si no fuera por su fino ojo delator.  Es de las que viene de «adentro»  y tal como ella misma lo dice, «ha pateado calle».

Ahora persigue pequeño nidos de estudiantes  o a cualquier cosa «hedionda»  que huela a juventud pobre.

Covid-19 le ha dado una oportunidad de oro para demostrarlo.

La cuarentena nos ha acercado una época oscurantista  medioeval,  donde reyezuelos  escoltados, son los nuevos inquisidores:  una noche cualquiera estudiantes en sus residencias son desalojados a la fuerza por cuerpos armados liderados por Rodbexa, que con prueba diagnóstica covid-19 en mano, enjuicia a los «bioterroristas» y los echa a la calle. Aprovecha de una vez de apresar a personas que se encontraban solidarizándose (defensores de las causas de los sin techo)  y los encarcela por supuesta incitación al odio.

Y así,  esta etapa de la historia de nuestro país, año 2020, plena pandemia, y qué más emblemático que el desalojo de un edificio con el nombre de una joven revolucionaria asesinada, Livia Gouverneur.

Quien sabe, quizás pronto pasará nuevamente a ser un edificio comercial,  tan comercial como tu nueva imagen, Rodbexa. Lleno de enchufados en sus oficinas. Dónde cada enchufado, haga sus negocios de importación para los bodegones. Quizás le pongan tu nombre al edificio: Rodbexa!.

Por allí, en una esquina de sabana grande, alguien cantará la canción de Silvio: «y pagarán su culpa los traidores»

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