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¡Una revolución socialista! Otra cosa no obliga a nada y a nadie a cambiar el mundo.

Nietzsche dice en la presentación de la Genealogía de la Moral algo como esto: “No existe un sujeto libre detrás de la acción, nadie es libre de ser fuerte o débil,  la acción lo es todo”. Tampoco hay una razón anterior al ser humano que nos gobierna, tanto el sujeto del conocimiento como la conciencia tuvieron una fecha de nacimiento, dice Nietzsche, todo lo que conocemos pasa por el tamiz de la humanidad, de sus pulsiones e instintos; somos humanos, demasiado humanos.

¿A qué viene esta búsqueda de autoridad intelectual en un pensador como Nietzsche? …

…Es que no sabemos cómo convencer a algunos amigos de que debemos asumir la responsabilidad de nuestros actos. Porque ellos nos definen. No son los deseos y tampoco las explicaciones o los discursos solemnes, son nuestros actos. Una acción que se explica mucho ya es reprochable en sí misma, respecto a su valor o significado. Una acción correcta, justa, debería ser suficiente argumento para mostrar lo que vale (eso equivale a decir con Martí y Fidel que “Una idea justa defendida desde el fondo de una cueva puede más que un ejército”).

Nadie es libre de decidir cuándo ser fuerte o débil, pero nuestros actos sí nos pueden fortalecer o debilitar. Y si estos actos siguen una idea justa…. Uno de los actos que más nos fortalecen es la asumir la responsabilidad de nuestras acciones equivocas o no, admitir que tomamos decisiones junto a sus consecuencias;  ser honestos con nosotros mismos y reconocer que hicimos algo o dejamos de hacer algo. La honestidad es suficiente para que el otro sepa que ha habido un cambio sustancial de fuerza en ese “sujeto”, que  su acto de responsabilidad hizo la diferencia (como lo hizo Chávez el 4 de febrero), es un momento de clarividencia, para reconocer su extravío y corregirse. O si no hubo compromiso intentar comprometerse con algo o alguien y avanzar. El que se equivoca de cualquier manera ha recuperado fuerza al acercase a la verdad.

Nuestros amigos deben entender que nuestros actos nos definen, y por lo tanto nuestros discursos deben acompañarlos, alentarlos, embellecerlos, no pueden contradecirlos  o contrariarlos arrogándose superiores a la acción miisma, como si en las palabras hubiera algo más, por encima de la misma acción, que lo es todo, que agota todo valor o significado de lo que se hace. Lo que tu aparentas es lo que eres.

Es una forma culta de decir (con la autoridad de un pensador como Nietzsche) que la única forma de defenderse como hombre es crecer como hombre, de crecer moralmente. A lo mejor nuestras fallas no sean tales, y el error esté en nuestras convicciones, que no existen, en nuestra falta de convicciones. Tener convicciones es necesario para crecer como seres humanos así estas no abarquen toda la verdad, así haya que cambiarlas en el tiempo. A lo mejor nuestras fallas no son más que la consecuencia inevitable de no saber qué hacer con nuestro falso poder, con esa supuesta libertad de decidir. Sin convicciones nunca se puede ser libre.

El que no sabe qué hacer con su vida no puede decidir sobre formas y maneras de vivir para otros, para nadie. Nosotros somos un estilo, malo o bueno, bello o feo, los demás lo copian o lo rechazan, lo aprenden o lo olvidan

La única manera de que alguien tomara el testigo de la mano de Chávez, sin que se le resbalara de la mano, ha debido ser con la misma fuerza como Chávez lo llevó hasta entonces, con la fuerza de sus convicciones. ¿Por qué resbaló a manos de Maduro? Las explicaciones sobran.

Más que argumentos para explicar las decisiones que se tomaron después de su muerte,  estas explicaciones son más bien una excusa, son una objeción clara del valor revolucionario de todo lo hecho por quienes han debido tomar el testigo de Chávez. A Maduro ha debido confrontarlo Chávez a través de alguien  convencido, no un ser perplejo, inseguro, testigo mudo o flojo ante una entrega, temeroso de defenderse y defender a Chávez con la verdad, con la fuerza de la verdad, (la única fuerza real e invencible en la tierra, y que se encuentra dentro de uno, que es uno).

El prestigio de cada ser humano está en su corazón, donde se originan todas nuestras pulsiones de vida. No depende del consenso social, del chantaje de la opinión pública. El verdadero prestigio debe obligar, torcer al consenso social y someterlo, que aprenda de él, prestigio es fundar la fama de nuestros actos (ahora pienso en Fidel y su defensa “La historia me absolverá”, la fuerza de una convicción). Un prestigio comprado es tan fugaz como el éxito, y ya todos sabemos cuánto dura el éxito en la vida, cuán rápido cae en el olvido (seguimos con Nietzsche, aunque no lo crean).

El prestigio que le debemos a Chávez, está comprometido con Chávez, no puede ser independiente de él. El que cuente con el prestigio de Chávez, lo es en razón a ese compromiso. Si acaso desea distanciarse del Chávez revolucionario  lo debe hacer superándolo, profundizando su legado revolucionario – el mismo de Bolívar, de Zamora, de Marx, Fidel, Fabricio,  es nuestra herencia y nuestra tradición como nación y como revolucionarios –.

Esto puede sonar antipático, pero, así como algunos intentan justificar sus actos con Chávez, con ese mismo Chávez, con su misma fuerza, debe demostrar que es capaz de reconocer y superar sus errores; con la fuerza de Chávez reconocer sus debilidades y superarlas, tocar su corazón. Debe demostrar que se puede superar esta crisis con el socialismo y la revolución socialista, sin miedo, convencido, sin titubeos, con liderazgo real, ganado a pulso, sin atajos.

¡Por un consenso socialista, chavista, revolucionario! ¡Nada de concesiones al capitalismo!

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