NO PODEMOS NORMALIZAR EL TERROR. Libertad para Rodrigo Cabezas

Cuando una sociedad se resigna al desastre o acepta como normal el terror, se condena a sí misma a permanecer en el abismo del miedo y la desesperanza.

Esto está sucediendo en el mundo entero. El caso mas desgarrador, es lo que sucede actualmente en la Franja de Gaza, donde Israel desarrolla un genocidio en contra de la población encerrada en Gaza, ante los ojos de todo el mundo. El ejército de Israel (IDF), con la precisión que le dan las armas de última tecnología suministrada por occidente, aniquila todos los días cientos de civiles inocentes, la mayoría de ellos, mujeres y niños.

Desde que en octubre de 2022 se inició esta fase del conflicto, que ya tiene más de 70 años, con la ocupación de Palestina por Israel, han muerto más de 56 mil palestinos, de ellos, más de 20 mil son niños, más de cien mil mutilados y heridos de guerra. Toda Gaza ha sido arrasada, como en Hiroshima o Nagasaki.

En los bombardeos de Israel no hay errores, ni “daños colaterales”. La tecnología avanzada y las sofisticadas armas de precisión con las que cuentan, les permiten identificar rostros, voces, cantidades de personas (incluyendo niños), de lugares y objetivos de los bombardeos; han aniquilado familias entereas de periodistas, políticos, dirigentes, o de palestinos contrarios a la ocupación. Los castigos colectivos, el Sippenhaft, son una norma de las fuerzas militares de Israel. 

El IDF satura con bombas y destruye todos los sectores de la Franja de Gaza, provocando miles de muertos y el desplazamiento de millones de civiles, quienes, cuando llegan a los sitios designados como “seguros”, son igualmente bombardeados, la mayoría de las veces, en carpas de refugiados donde mueren calcinados, quemados vivos.

Luego que Israel ha establecido la política de utilizar el hambre como arma de guerra, negando el acceso a los alimentos y bienes esenciales, agua y medicinas a la población de Gaza –“la prisión más grande del planeta”–, ahora el IDF y contratistas norteamericanos “distribuyen” alimentos en puntos determinados de la Franja; pero, cuando la población hambrienta y desesperada se acerca a ellos, les disparan indiscriminadamente, los matan por decenas, todos los días. Algunos pocos medios de comunicación, han publicado testimonios de soldados israelíes que aseguran que les han ordenado disparar a matar a los civiles que se aproximan a buscar alimentos. Es algo horrible.

Contra el pueblo palestino se ha volcado todo el odio de la extrema derecha y sectores políticos de Israel, que sostienen al gobierno del criminal de guerra Netayahu. Los palestinos han sido deshumanizados por los poderosos medios de propaganda del agresor, en una mezcla de racismo y odio. En Europa, se hace una diferencia espantosa entre niños y civiles Europeos o Palestinos; los segundos, no importan.

Israel comete todos los crímenes de guerra posibles en contra de los Palestinos, viola todas las leyes y convenciones internacionales, desarrolla un genocidio y limpieza étnica, que pretende desplazar totalmente o aniquilar a los palestinos. 

Después de este conflicto, los principios que sustentan al Sistema de las Naciones Unidas han quedado  hecho pedazos. Ahora “se puede todo”, siempre que tengas fuerza o el apoyo de los poderosos. Mala perspectiva para el mundo. 

Hay que decir, que el Secretario General de la ONU, António Guterres, ha sido firme en su denuncia al genocidio en Gaza y a la violación al Derecho internacional por parte de Israel, pero es una voz aislada. El Consejo de Seguridad está bloqueado por el veto norteamericano, a la vez que la Asamblea General no es capaz de hacer una condena irrefutable a Isrel por la comisión de Crímenes de Guerra y Genocidio contra el pueblo de Palestina. 

La mayoría de los países no se atreven a alzar su voz de condena, para no correr con las consecuencias o no ser acusado de “antisemitismo” –el nuevo chantaje– o, sencillamente, son indiferentes.  

Causa indignación ser testigos de un crimen masivo contra un pueblo, ver tanta crueldad y odio, sin que ningún gobierno árabe, o las monarquías del Golfo Pérsico hagan algo, ni que los gobiernos occidentales digan nada. 

En Europa, solo la voz de Pedro Sánchez, presidente de gobierno de España, ha denunciado el genocidio; mientras que el algunas ciudades se producen masivas manifestaciones en contra del Genocidio y los crímenes de guerra, en otras son fuertemente reprimidas por sus gobiernos. 

Estas voces y manifestaciones son destellos de esperanza, de que la manipulación y el miedo, los intereses económicos, la propaganda y valores de un sistema inmoral como el actual, no barrerán con las defensas del humanismo ante la barbarie.

América Latina, lamentablemente no cuenta, no se siente, no tiene capacidad de influir. Los líderes Latinoamericanos que podrían hacer o decir algo, como lo ha hecho, en particular, Lula, no tienen la fuerza para ello. Les hace falta unidad y voces como las de Fidel o Chávez. 

Otros por el contrario, no tienen ni el interés ni la moral, para hablar en contra de la violación de los Derechos Humanos o la Comisión de Crímenes de Lesa Humanidad. 

El gobierno venezolano convocó una “Conferencia (internacional) por la Paz Mundial». Nadie le hizo caso, ni siquiera les respondieron. Los presidentes del mundo adivinan otra jugada oportunista del gobierno; no pudieron entusiasmar a ninguno, ni siquiera gobiernos de la región, ni a aquellos que siempre están dispuestos a tomarse la foto en Caracas. Esto es así, porque el gobierno no tiene credibilidad, ni legitimidad, autoridad, ni moral, para hablar en defensa de los Derechos Humanos; ni siquiera tiene apoyo popular. Venezuela ya no es noticia para nadie. 

Venezuela está fracturada en sus principios fundamentales. Se ha convertido en un país donde la violación de los Derechos Humanos es una Política de Estado, donde se han desmantelado sus instituciones y se ha producido un retroceso bárbaro en las condiciones de vida del pueblo venezolano, instalándose el miedo y la desesperanza. 

En el país se ha normalizado el terror, el insulto, la amenaza, ha calado el miedo e instaurado la resignación al desastre. La represión y las detenciones arbitrarias se han convertido en un hecho cotidiano. Nadie dice nada, todos evaden siquiera mencionar los graves problemas que tenemos como sociedad; incluso, los sectores políticos ( de cualquier signo) han decidido convivir con ello, bajando la cabeza, sin alzar mucho la voz. 

Rodrigo Cabezas 

Una de las últimas detenciones arbitrarias de dirigentes políticos en el país ha sido la de Rodrigo Cabezas, economista, profesor universitario, exministro de Chávez en el área de finanzas, con el que trabajamos estrechamente en nuestro esfuerzo de sostener nuestra economía, tras los arteros ataques de la desestabilización en contra de la industria petrolera y con el que desarrollamos una amistad basada en el respeto y apoyo a las causas populares. 

A Rodrigo lo recuerdo siempre como un hombre de izquierda, chavista, uno de los liderazgos del chavismo en la región zuliana. Como Jefe de la “Cátedra Libre de Petróleo” de la Universidad del Zulia, compartimos muchas reflexiones y actividades académicas en difusión de los fundamentos y logros de la Política de Plena Soberanía Petrolera. 

El ex ministro Rodrigo Cabezas, fue detenido arbitrariamente el pasado 12 de junio por el SEBIN. Desde entonces, no se conoce de su suerte, ni de las razones de su aprehensión. Sus familiares claman por una fe de vida. Como siempre hace el madurismo, se le acusa de “conspiración”, al tiempo que se le conculcan sus Derechos Humanos y se viola el debido proceso. Ésto ya es normal en el país, lo cual es terrible.

Obviamente, los que apoyan al gobierno o los responsables de su detención arbitraria, están castigando sus posturas políticas recientes, pero ello no es un delito. Lo que se debe abrir es un debate de lo sucedido en el país, tras el fracaso del madurismo —no así del chavismo— como opción política. Castigar a un hombre por sus ideas políticas no es cualquier cosa, no se puede excusar, es fascismo.

Pero, el de Rodrigo Cabezas no es el único caso. También sigue detenido, arbitrariamente, el ex candidato presidencial y dirigente político Enrique Márquez, y se han producido las detenciones de economistas, periodistas y una última ronda de trabajadores petroleros del Centro de Refinación Paraguaná (no se sabe aún porqué). 

A ello, habría que agregar las detenciones arbitrarias en estos años de los cientos y cientos de trabajadores petroleros, dirigentes políticos y sociales, de los familiares de perseguidos políticos utilizados como rehenes y de los militares.

Se ha normalizado en el país las detenciones arbitrarias, la represión y la muerte en tortura (ayer se cumplió un año más del fallecimiento del Capitán Rafael Arévalo), las muertes en custodia, las sentencias desproporcionadas, la Judicialización de la Política.

Sin embargo, los organismos internacionales de defensa de los Derechos Humanos de la ONU, incluyendo, la Oficina del Alto Comisionado de la Defensa de los Derechos Humanos, mantienen un permanente seguimiento y denuncia a través de sus Reportes del empeoramiento de la situación en el país, el último de ellos, presentado el pasado 27 de junio.

En una maniobra tan inútil, tanto como meter preso a los economistas para que no hablen del desastre económico venezolano, ahora, el gobierno, buscará retirarse del Acuerdo de Roma y de la Corte Penal Internacional, suscritos en el año 2000 por el Presidente Chávez, quien estaba apegado, como una cuestión de principios, al respeto de los Derechos Humanos, a la dignidad del hombre. 

Es triste lo que sucede con  nuestro país. Un intento redentor y liberador, como el que encabezó el Presidente Chávez, ha sido traicionado y frustrado por el actual gobierno, que le ha dado todos los argumentos a la derecha internacional para detener los avances sociales en la región. 

Son unos insensatos. Los que detentan el poder, se creen victoriosos.     

En estas circunstancias habría que recordar las palabras del Presidente Chileno Salvador Allende y su postura digna ante el fascismo; en su última alocución al pueblo chileno desde Radio Magallanes –el 11 de septiembre de 1973– mientras era bombardeado el Palacio de La Moneda, cuando decía:  “Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen… ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
Para después agregar, premonitoriamente: “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.