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ActualidadTarek William y el síndrome del pasado

Tarek William y el síndrome del pasado

Los ex guerrilleros, ex poetas, ex y militantes de la Liga Socialista, esa gente que se dice “izquierda” y que conforman el gobierno, viven ahora evocando al pasado de cuando fueron rebeldes, nostalgia de cuando la adrenalina corría por sus sistemas, escondidos de la metropolitana, de la Disip o el Dim, algunos de la PTJ. La nostalgia es un sentimiento que aparece cuando se sabe que lo pasado pasó y no volverá. Se tiene nostalgia, por ejemplo, de nuestra niñez, de nuestra madre muerta, de cuando podíamos saltar desde un balcón y correr… de todo lo que sabemos que no volverá. En el pasado quedó todo, ese es el sentimiento.

Envejecer con nostalgia nos convierte muchas veces en embusteros y nos fabricamos historias que justifican el hecho de estar vivos todavía y poder contarlas. Me explico. Muchas veces para llegar a viejo la gente opta por conservarse, por cuidarse en exceso, tanto que la precaución por no sufrir contratiempos y exponerse a peligros no hace cobardes, y oscilar siempre hacia donde nos sintamos seguros. Esto implica estar cerca de las autoridades, o de su lado, si estas autoridades son fuertes (por supuesto). Donde esté el más fuerte, ahí estarán los cautos.

Esto implica perder el espíritu rebelde de nuestra juventud, lo revolucionario se apaga y se enciende el fuego fatuo del moralismo. El que antes gritaba ¡justicia! frente a un piquete de la policía Metropolitana, hoy representa a la policía Nacional, y apela al pasado para poder justificar la inversión de los roles: “lo que pasa es que la Policía Nacional es distinta a la policía Metropolitana, la primera estuvo siempre fuera de la ley y la policía Nacional defiende los derechos humanos”.

El gobierno vive tanto de la nostalgia por sus bravuras heroicas que no se percata de sus propias omisiones, de sus iniquidades e injusticias. El fiscal evoca el pasado nefasto de la policía metropolitana y pero no dice quién ordenó la muerte del capitán Rafael Ramón Acosta Arévalo, que presentó 38 lesiones, signos de torturas, según el Cicpc. El fiscal acusa al gobierno de EEUU y al de Colombia por la “invasión” mamarracha de Macuto, pero por la muerte de Acosta Arévalo no se acusa a nadie sino a un carcelero pendejo, el cual ya debe estar libre y en la calle.

Esto es solo un ejemplo del moralismo que embarga la nostalgia de Tarek William y sus “presentaciones hipócritas” cada vez que tiene que justificar sus actuaciones oficiales. La masacre de presos en Portuguesa para Tarek no cuenta, se trata de presos, no de seres humanos,  según su lógica en los presos no aplican los derechos humanos, este pareciera ser el sentido de su discursito nostálgico. Masacre solo es Cantaura o el 27 de febrero, porque él estuvo ahí, o por ahí cerca.

El pasado nostálgico justifica que el gobierno actúe de la misma manera que los regímenes de la cuarta república, lo hacen  en nombre de la revolución, como si ellos fueran verdaderos revolucionarios.

La revolución se perdió en el gobierno desde el mismo momento en que empezó a vivir de la nostalgia, como viejos usados. Nosotros decimos que se es revolucionario siempre, y en cualquier circunstancia, es una condición que no caduca, la eterna juventud del revolucionario Fidel. Pero ellos todo lo entienden al revés.  Esa máxima, para el Fiscal y todos ellos, solo aplica a los que “se quedaron en el pasado”, porque ellos “ya son grandes”, dejaron de ser pendejos y se acomodaron al estatus, se echaron en el chinchorro del capitalismo; así piensan, mientras los marchitos son ellos.  Para ellos ser revolucionario es solo una acreditación que se consigue con horas de cárcel, poemarios publicados, vínculos de sangre con los mártires,  o lo que es peor, con delaciones y actos cobardes en contra de aquellos que critican o adversan al gobierno de Maduro.

La nostalgia disimula el miedo que siente el  fiscal frente al Imperio. Luego de haber sobrevivido a la cuarta república es más cómodo estar del lado de quien tiene el poder y envejecer tranquilo y metiendo embustes. Por eso se hace el pendejo con Guiadó.

Tarek William se olvidó hace rato de los presos sin juicios de PDVSA, o de Elio Mendoza, preso de SIDOR,  de Baduel o Rodríguez Torres (esos tampoco aplican para que se le respeten sus DDHH), de Eulogio del Pino y sus derechos humano, o que Nelson Martínez que murió preso por falta de atención médica, o de los dos jóvenes ingenieros presos Alfredo Marcial Chirinos y Aryenis Torrealba acusados de “traición a la patria”, sin pruebas, sin juicio, por denunciar al intocable Quevedo.

Pero recuerda, como si fuera hoy, la masacre de Cararabo, y cuando era poeta y defendía los derechos humanos. Es el síndrome de vivir en el pasado y matar el presente. Se le olvida de repente que tiene que poner preso a Guaidó… porque ya hizo bastante en la cuarta, cuando era poeta.

El presente es siempre el momento de la revolución. El presente es la oportunidad perenne de mostrar que somos capaces de cambiar el mundo, de leer los cambios, de hacer los cambios, se hacer verdadera poesía. Es hoy cuando debemos ver dónde está la revolución y dónde están los revolucionarios, el mérito está en vivir el presente como revolucionarios no vivir en el pasado y secarse o pudrirse en el presente.  El pasado solo sirve como historia, para aprender a vivir en el presente de cara al futuro, para corregir errores. Fácil es estar conforme con algo, difícil es no estarlo, eso hace la diferencia entre la voluntad de ser mediocres y luchar contra la mediocridad.

Con hipócritas como William Saab podremos aprender mucho de los riesgos que se corren al no atender a las prácticas de vida (aquí y ahora, como dicen los psicólogos) y solo atender a los discursitos gazmoños del madurismo. Debemos ser revolucionarios hoy y siempre. “Incluso – dice Fidel – se puede ser revolucionario si no estorbas” ¡Tarek, no estorbes!

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