No es casualidad que lo primero que hizo el gobierno de nicolás maduro para acabar con el Plan de la Patria de Chávez e imponer su “modelo económico”, haya sido descabezar la dirección Chavista y arremeter contra los trabajadores.
El madurismo necesitaba arrasar el gobierno de Chávez, perseguir y execrar a sus ministros y dirigentes populares, a la vez de contener a los trabajadores que, luego de la derrota del Sabotaje Petrolero y el impulso revolucionario que el presidente Chávez le dio a su gobierno, habían alcanzado una importante capacidad de movilización y conciencia revolucionaria.
Para imponer su paquetazo y entregar nuestra economía al gran capital, el gobierno arremetió de manera violenta, rápida y precisa, en contra de los trabajadores: obreros, campesinos, técnicos y profesionales, que eran el soporte y eje fundamental del poderoso aparato productivo Estatal construido durante el gobierno del presidente Chávez, en el empeño colectivo de conquistar nuestra soberanía y superar el modelo rentista petrolero para avanzar hacia el socialismo.
En su alocución del 17 de agosto de 2018, un maduro envalentonado, con las manos manchadas de sangre por la violenta represión en las calles y las ejecuciones sumarias en los barrios, arremetió contra el gobierno de Chávez, culpándolo de sus propios errores y descalificando su obra, a la que se refirió como un “falso positivo” del socialismo. El madurismo –que ya había ido en contra de PDVSA– ahora abría fuego contra Chávez y el resto de la economía.
En la misma declaración de la restauración capitalista, maduro anunció que llamaría a los “empresarios”, para que éstos le “enseñaran” a conducir las empresas del Estado. Todo ello, vino acompañado de un conjunto de políticas monetaristas, incluyendo la mega devaluación del bolívar, con la meta declarada de alcanzar el “déficit cero”, reduciendo todo tipo de gastos sociales, subsidios y el “costo laboral”. Es decir, se impuso al país el típico programa de choque del FMI, mucho peor que el paquetazo que aplicó Carlos Andres Pérez en 1989, el cual tuvo como respuesta “El Caracazo”; y, luego, el 4 de febrero de 1992.
Inmediatamente, bien sea por la vía de decretos presidenciales, resoluciones de sus ministros o Sentencias del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), el gobierno comenzó a legislar en contra de los trabajadores y nuestra soberanía, amparado en las leyes entreguistas aprobadas por la Asamblea Nacional Constituyente, iniciando así, la entrega abierta y acelerada de nuestra economía y empresas del Estado, PDVSA y el petróleo.
Los resultados no se hicieron esperar, a partir de estos anuncios y decisiones, se desató en el seno de la administración pública, empresas del Estado y en todo el aparato productivo del país, una ofensiva antiobrera: se eliminaron las conquistas económicas y sociales de los trabajadores, se irrespetaron las convenciones colectivas y se impuso una “tabla” rasa de salarios de hambre para los trabajadores y empleados de la administración pública, acciones que inmediatamente fueron replicadas en el menguado sector privado. Todo ello ha sido tan desproporcionado e ilegal, que la Organización Internacional del Trabajo se ha visto en la obligación de custodiar de cerca lo que está sucediendo.
A su vez, la mega devaluación del bolívar, la “dolarización” de la economía, la inflación y la implacable acción del capitalismo especulador, convirtieron los salarios de los trabajadores en “sal y agua”, condenando a los venezolanos a la pobreza y al terrible deterioro de su calidad de vida.
Encargaron a militares de derecha a arremeter en contra de los trabajadores del Estado, siendo el caso más emblemático, las acciones llevadas adelante por el general Manuel Quevedo en PDVSA. Al mismo tiempo, los organismos de seguridad del Estado, como la DGCIM, CONAS, SEBIN, se dedicaron a perseguir y encarcelar a trabajadores, campesinos y dirigentes populares. El Psuv y los dirigentes civiles-militares del Chavismo, guardaron un silencio cómplice, vendieron su alma al diablo.
Como consecuencia del paquetazo de maduro, por primera vez en nuestra historia, millones de venezolanos han salido del país, abandonado todo en busca de un futuro mejor, enviando remesas a la familia que tuvieron que dejar. Mientras, los trabajadores y asalariados sobreviven como pueden a su tragedia diaria y al deterioro inimaginable de su calidad de vida, enfrentándose a la marginalización de todo el país.
Sólo la vistosa minoría que se ha apropiado del país, de sus empresas y recursos, sectores vinculados al gobierno y al madurismo, eso que ahora llaman “burguesía revolucionaria”, disfrutan de sus groseros privilegios, restregando en la cara su “milagro” a la inmensa mayoría que, resignada o desencantada de todo, se ha tenido que conformar con el “por lo menos” del caos madurista.
Pero, lo que ha sucedido en el país, lamentablemente, no es nada nuevo, es otra revolución traicionada, una regresión violenta de las conquistas económicas, políticas y sociales de todo un pueblo, cuya primera víctima han sido y siguen siéndolo los trabajadores venezolanos, vanguardia de las transformaciones revolucionarias de la sociedad.
El madurismo, en su papel de restaurador del capitalismo, arrasó con el Chavismo y sepultó nuestras posibilidades revolucionarias. maduro ha hecho el trabajo sucio de traicionar a los humildes, arrebatarles por la violencia y la imposición del miedo, sus conquistas, logros y la posibilidad de una vida digna, del “Vivir Bien” de Chávez, con el programa revolucionario plasmado en el Plan de la Patria.
Hoy, el salario mínimo de hambre lo decide el gobierno de acuerdo con los gremios empresariales, salarios que mantienen a los trabajadores por debajo del umbral de la pobreza. A los obreros no se les consulta, los sindicatos “oficiales” están en manos de esquiroles, agentes del madurismo enquistados allí, en contra de la voluntad de los trabajadores.
Hoy la jurisdicción laboral no existe, la Ley Orgánica del Trabajo es LETRA MUERTA, no hay quien defienda a los ciudadanos ante el atropello de los derechos laborales.
Criminalizaron el derecho a la protesta, cualquier trabajador o líder sindical que alce su voz, será etiquetado de agente de la CIA, terrorista y conspirador, para luego llevarlo preso o aplicarle medidas cautelares para mantenerlos en silencio.
Pero el modelo de maduro, no es nada nuevo, son otras caras pero es la misma historia de apropiación, violencia y robo desde Juan Vicente Gómez, la historia del despojo. El aparato de propaganda del gobierno, sus medios y palangristas, quieren mostrar este “modelo” como algo novedoso, único; e, incluso, –ya rayando en lo ridículo–, como un logro “heroico”; hasta intenta construir su propio tejido ético y económico del capitalismo post Chávez con la figura, el espejismo, del “emprendedor”, profundizando el individualismo y el “sálvese quien pueda”, la fragmentación de la sociedad, que necesita el gobierno para sostener su pacto de élites.
En realidad, el modelo de maduro es el mismo que fracasó durante 100 años en el país; un modelo insostenible, injusto, cuya consecuencia directa la vemos en los barrios de las grandes ciudades, un país desigual, con millones de marginados, incapaz de producir lo que come o consume. Por ello, el madurismo necesita recurrir a la violencia, la represión y el miedo, el control social para mantenerse en el poder.
Lo que ha sucedido en el país con el gobierno de maduro, es la restauración, simple y burda, del capitalismo ramplón, típico de un país atrasado, hoy más extractivista y dependiente que nunca. Por eso, lo aplaude FEDECÁMARAS; por eso, el nuevo pacto con la oligarquía; por eso, las negociaciones secretas con las transnacionales petroleras.
Sin embargo, este gobierno ha demostrado que no puede con la conducción del país, no puede sostener su modelo, se ha dedicado a la destrucción y su entrega, no tiene ningún logro que mostrar. Es un gobierno agotado, que no tiene nada que ofrecer al pueblo, solo le interesa medrar del país, la cúpula que ha destrozado el país, recicla los mismos actores, repartiéndose el Estado, sus empresas e instituciones como cuotas de poder y negocios del madurismo.
Hoy como ayer, los trabajadores deben colocarse a la vanguardia de las luchas del pueblo, y asumir su deber como revolucionarios. Este primero de mayo, no hay nada que celebrar. Debe ser un primero de mayo para el combate y la unidad de los trabajadores.
En estas circunstancias tan difíciles, de tanta confusión y represión, se impone la claridad estratégica para construir la unidad de los trabajadores, se debe definir con claridad el objetivo de la lucha.
Si bien es cierto que los trabajadores se tienen que movilizar en contra de los salarios de hambre, y por la reconquista de los derechos económicos, políticos y sociales arrebatados por el madurismo, ésto no es suficiente, sería caer en el economicismo que no conduce a ningún lado.
Hay que entender y explicar a los trabajadores que la situación de empobrecimiento generalizado de los trabajadores, los salarios de hambre, la violación de las convenciones colectivas, el robo de las pensiones y fondo de pensiones, la “maquilanización” digital del trabajo intelectual, el trabajo informal, la represión, son las consecuencia directas del paquetazo de maduro.
El empobrecimiento generalizado de los trabajadores y del pueblo, es consecuencia de haber traicionado el Plan de la Patria, de haber eliminado la política económica de Chávez, de haber entregado el petróleo y PDVSA, de la desnacionalización del país.
La pérdida de los derechos y conquistas de los trabajadores, han sido una política, una decisión directa de maduro y su gobierno. La pobreza y la ruina de todo el país, es la consecuencia personal de la decisión de maduro del restablecimiento del capitalismo en el país, es consecuencia clara e indubitable de su paquetazo.
Es necesario, que los trabajadores identifiquen que su enemigo es el madurismo y que la única manera de salir de este abismo es volviendo al camino de Chávez, del chavismo revolucionario y radical.
Los trabajadores deben ponerse a la vanguardia de las luchas de todo el pueblo, retomar la conducción revolucionaria de nuestros asuntos, recuperar la soberanía económica, restablecer el control sobre el petróleo, sobre PDVSA, de nuestras empresas estatales, sobre nuestros recursos naturales.
Es necesario otro gobierno, uno revolucionario, Chavista, patriota, que sea capaz de restablecer el control de la economía para ponerla a favor del pueblo, de los trabajadores, de los humildes, de todo el país.
Tenemos una rica experiencia revolucionaria: en la derrota del Sabotaje Petrolero, los trabajadores fueron el centro, el alma, de una batalla librada por metas superiores; no era sólo por los derechos económicos, ni por PDVSA, fue una lucha por la soberanía, por los pobres, por el empeño en rescatar el petróleo y ponerlo al servicio de todo el pueblo. A partir de allí, los trabajadores adquirieron una capacidad de movilización extraordinaria, revolucionaria; y, acompañaron a Chávez y a la Revolución, en las difíciles tareas de transformación de la sociedad, con una clara conciencia del deber social, basado en la solidaridad, el trabajo, la justicia social, en la construcción del socialismo, de una economía fundada, justamente, en el trabajo.
Es éste el espíritu que debemos rescatar, el del 13 de Abril, el de la derrota del Sabotaje Petrolero. Debemos restituir la espiritualidad amorosa, la fraternidad, la unión, el impulso revolucionario de esas páginas heroicas de nuestra historia reciente.
Los trabajadores de todo el país, tienen que movilizarse para reclamar sus salarios, sus derechos; pero, debemos ir más allá, más alto, más elevado, dar el salto revolucionario: luchar por recuperar el petróleo, en contra de la entrega de PDVSA y demás empresas del Estado, recuperar nuestra economía para ponerla al servicio del pueblo, de las mayorías del país, luchar contra el paquetazo de maduro, en contra de la lógica del Capital. Luchar en contra de la violencia del Estado, de la violación de los Derechos Humanos, por la libertad de los presos políticos, por restituir nuestra Constitución y Leyes revolucionarias.
Los trabajadores, como clase históricamente revolucionaria, deben dar la batalla de manera decidida, radical, para cambiar este gobierno, devolver la soberanía al pueblo, rescatar los objetivos históricos del Plan de la Patria para volver al camino de Chávez ¡al socialismo!